viernes, 18 de enero de 2013

Haragán

Después esta el otro haragán, el haragán a pesar suyo, que vive roído internamente por un gran deseo de acción, que no hace nada porque vive en la imposibilidad de hacerlo, puesto que esta como preso en alguna cosa, porque no tiene lo q necesitaría para ser productivo, porque la fatalidad de las circunstancias lo reduce a ese punto; un haragana si no sabe siempre él mismo lo que podría hacer, pero lo siente por instinto; por tanto sirvo para algo, siento en mí una razón de ser; sé que podría ser por completo un hombre diferente. ¿En que podría ser útil?, ¿en que servir?, ¿hay algo dentro de mí?, ¿Qué es entonces?

Éste es un haragán muy diferente; tú puedes, si lo juzgas bien, tomarme por uno de éstos.
Un pájaro en la jaula, en la primavera, sabe muy bien que hay algo para lo cual serviría, siente fuertemente que hay algo que hacer, pero no lo puede hacer. ¿Qué es? No lo recuerda bien, después tiene ideas vagas y se dice: “Los otros hacen sus nidos y tienen sus hijos y crían la nidada”; después se golpea el cráneo contra los barrotes de la jaula. La jaula sigue allí y el pájaro vive loco de dolor.

“Mira qué haragán”, dice un pájaro que pasa, “una especie de rentista”. Sin embargo, el prisionero vive y no muere, nada se muestra exteriormente de lo que ocurre interiormente, se llevan bien, está más o menos alegre al rayo del sol. Pero viene la temporada de migración. Acceso de melancolía. “Pero”, dicen los niños que lo cuidan en su jaula, “tiene todo lo que le hace falta”. Pero él mira hacia fuera el cielo henchido, cargado de tempestad y siente la rebelión contra la fatalidad dentro de sí. “Estoy preso, estoy preso y no me hace falta nada, imbéciles. Tengo todo lo que hace falta. ¡Ah, la libertad! ¡Ser un pájaro como los otros pájaros!...”

Este hombre haragán se parece a ese pájaro y los hombres se hallan a menudo en la imposibilidad de hacer nada, prisioneros en no se que jaula horrible, horrible, muy horrible.

Existe también, lo sé, la libertad, la libertad tardía. Una reputación arruinada con razón o sin razón, la debilidad, la fatalidad de las circunstancias, la desgracia, así acaba uno preso.

No sabremos decir nunca que es lo que nos encierra, lo que nos cerca, lo que parece enterrarnos, pero sentimos, sin embargo no sé qué barras, qué rejas, qué paredes.

¿Todo esto es imaginario, fantasía? No lo creo; y después uno se pregunta: Dios mío, ¿será por mucho tiempo?,¿será para la eternidad?

Tú sabes cómo puede desaparecer la prisión. A base de efecto profundo, serio. A base de ser amigos, ser hermanos, amar: así se abre la prisión como una fuerza soberana, como un encanto poderoso. Pero el que no tiene esto permanece en la muerte.

Pero allí donde la simpatía renace, renace la vida.

Además, la prisión se llama algunas veces prejuicio, malentendido, ignorancia fatal de esto o aquello, desconfianza, falsa vergüenza

Vincent Van Gogh, Julio de 1880.

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