miércoles, 16 de julio de 1997

Irún - Santiago

La verdad es que el día 16 de Julio de 1997 se convirtió en una autentica odisea para nosotros. Teníamos ganas de llegar a casa, pero no porque estuviésemos cansados de estar por ahí, sino porque el viaje parecía interminable.

Nos pasamos toda la noche entre Paris e Irún durmiendo, y al llegar al maquinista le dio un arrebato de locura sicótico-esquizofrénica y se puso a gritar como un loco cosas en su extraño idioma, que interpretamos como: "Ya hemos llegado a España, todos para abajo del tren...", nosotros naturalmente nos reímos y nos bajamos del tren y pisamos por primera vez en quince días la España de nuestras entretelas...

Tuvimos un ratito para desayunar en la estación de Irún... por cierto, ¡¡Que gozada gastar pesetas!!. Nos metimos un buen desayuno, compramos tabaco a un precio "razonable", y por supuesto algún que otro periódico para leer en el tren de regreso a casa.

El tren salió de Irún a las 8 de la mañana, y hasta que llegamos a Palencia todo fue sin problemas. Allí los vecinos de un barrio que se había inundado habían cortado la vía del tren ya que no aparecían por allí los bomberos para solucionar el problema de la inundación. De esa manera conseguimos una primera media hora de retraso.

A partir de ahí todo fueron despropósitos. En León nos mandaron bajar del tren ya que la vía estaba cortada por una inundación y nos dijeron que nos iban a llevar a Santiago en autobuses. María y Marta llamaron entonces a sus casas para avisar de la contingencia. La verdad es que eso no era un problema, ya que en bus podíamos cumplir más o menos el mismo horario. El problema fue al llegar a Ponferrada, en cuya entrada había un gran atasco, cuya causa no conseguimos averiguar, había un atasco porque sí y punto.

¡¡¡Que bien!!! ¡¡¡Estábamos en ESPAÑA!!! ¡¡Ya no teníamos que sufrir los estrictos y repugnantes horarios de los gabachos de mierda!! ¡¡SI NO QUIERES ARROZ... DOS TAZAS!!.
En el bus Carlos se sentó junto a un japonés que iba mirando un mapa y preguntando a Carlos constantemente acerca de nuestra posición. Mediante unos cálculos mediante su mano y el reloj vaticinó que estaríamos en Santiago más o menos a las 9 de la noche.

A la entrada de Galicia paramos en una cafetería para tomar algo, y continuamos rumbo hacia Lugo para desde allí seguir hacia Santiago por la carretera que va de la N-VI a Curtis y que sale a la de Lugo-Santiago. Durante este rato el busero se apiadó de nosotros y nos puso una peli que la verdad es que oírse se oía, pero ver, lo cierto es que no se veía nada.

Al llegar a Santiago los tres nos despedimos y dimos por finalizada la aventura. Cada uno se fue por su lado pensando ya en el destino del próximo viaje: María a Noya, Carlos a San Vicente y Marta a su casa para ir dos días después a San Vicente.

martes, 15 de julio de 1997

París - Irún

Nada más levantarnos piramos para el centro de Paris después de recoger todos los trastos y dejarlos en el almacén del albergue, ya que debíamos dejar libres las habitaciones. Como no Carlos tuvo que dar la nota y se dedicó a chorizar tarrinas de mermelada que luego no sería capaz de comer en el desayuno y que naturalmente metió en su mochila.

Como todos los días pillamos el RER hasta la estación de Austerlitz a pesar de que nuestra intención era llegar hasta Saint Michel para desde allí visitar el Barrio Latino y el Palacio de Luxemburgo.

La razón para esta parada previa era que el túnel por el que debía pasar el tren estaba en obras, por lo que nos teníamos que bajar en esa estación y coger un bus gratuito hasta Saint Michel, donde nos queríamos bajar nosotros, o hasta Invalides que es donde se retomaba el tren.

Mientras viajábamos dentro del bus Carlos se fijó en un titular del periódico Le Monde, que llevaba un parisino, y que rezaba algo parecido a "España llora por sus mártires". Tras leerlo se lo dijo a María y a Marta y los tres quedaron intrigados y preocupados a la vez.

Tras bajarnos del bus comenzamos viendo las librerías que había en la calle, en donde de haber tenido pelas, o mejor dicho francos hubiésemos comprado alguno que otro, especialmente las niñas ya que había muchos libros de arquitectura a muy buenos precios.

María llamó a casa para informar de que ese día pensábamos volver y que llegaríamos el 16 por la noche a Santiago, y aprovechó para preguntar acerca del significado del titular que Carlos había leído y tras saberlos nos quedamos muy impresionados por lo sucedido.

Seguimos pateando, y tras pararnos un rato junto a un edificio de piedra Carlos: el despejadísimo e inteligente guía se dio cuenta de que era La Sorbona, es decir la Universidad de Paris. Tras eso recurrió a la guía de Paris y nos conseguimos enterar que estábamos en el pleno centro del barrio latino de Paris, ese que Marta no había conocido en su visita anterior, y que por lo visto del que tampoco tenía mucha idea acerca de lo que era.

Tras la visita de la universidad y sus alrededores vimos el Pantheon, en el que por supuesto se cobraba por entrar, razón de más para no entrar. Ya casi habíamos visto todo lo que podíamos ver por la mañana sin tener que gastar un duro, por lo que pusimos rumbo hacia el palacio de Luxemburgo y nos dedicamos a pasear por sus jardines, viendo como los enanos Parisinos (futuros gabachos hijos de la gran zorra) se dedicaban a darle de comer a los peces del estanque o jugar con unas maquetas de veleros.

Durante toda la mañana María, y especialmente Marta se dedicaron a hacerle preguntas de todo tipo a Carlos para vengarse de todas las que él había hecho durante los días anteriores. La diferencia es que Carlos las contestaba sin demora, con una seguridad impresionante y sin cometer un solo error, mientras que ellas, durante los días anteriores las contestaban entre balbuceos de dudas y mediante frases tremendamente ambiguas o carentes de toda corrección gramatical.

Decidimos volver hacia el albergue para comer cuando los repetitivos "Tengo hambre" de Carlos se hicieron inaguantables. De camino hacia el bus nos paramos en un supermercado para hacer unas últimas compras, es decir, comida, y algo para el tren durante el viaje de regreso a casa.

Marta y María casi no consiguieron evitar que Carlos le hincase el diente a la barra de pan que habíamos comprado, al menos hasta llegar al albergue, donde dimos buena cuenta de ella en breves instantes.

Nada más llegar al albergue vino la encargada de este a hablar con Marta y ¡¡le dio su riñonera!!, que alguien había encontrado en el tren y supuso que estaríamos en ese albergue. ¡¡QUE FLIPE!! Por supuesto faltaban los francos, pero todo lo demás había aparecido. ¡¡QUE POTRA!!

Tras la comida vino la correspondiente siesta de rigor, tras la cual, ya con más calma recogimos todo y nos fuimos hacia la estación de Austerlitz desde donde partiríamos hacia España.

En la estación conocimos una chica Argentina que iba a pasar unos días a España, donde quería visitar Sevilla, Madrid, Barcelona, ciudades por las que nos preguntó. Entre todos le hicimos unos esquemas de Barcelona y Madrid indicándole las cosas que podía visitar y todo eso y los trenes que debía tomar. Charlamos de todo, desde lo del atentado hasta de fútbol, y poco antes de subirnos al tren nos dependimos de ella.

Subimos al tren, donde vimos, o más bien vio Carlos a un chico que decía él que se parecía a Ventura y nada más salir de la estación nos pusimos los tres en postura de "Dormir hasta Irún", no sin antes comer un poquito: Carlos se comió las mermeladas que había pillado a la mañana.

lunes, 14 de julio de 1997

Paris (III)

Este era el día que Magggte había escogido para visitar Versalles. La verdad es que lo escogió de p.m. ya que era el único dia de los que estuvimos en Paris en el que no se podía visitar el interior del palacio, aunque la verdad es que aunque hubiese sido posible no creo que hubiésemos podido permitírnoslo ya que en ese momento nuestra economía era ¡¡escandalosamente ruinosa!!

Cogimos el RER donde siempre, y nos chupamos toda la línea 4 desde Athis Mons hasta Versalles lo que supuso alrededor de 45 minutos. Una vez allí comenzó la pateada. Desde la verja principal había una buena pateada hasta llegar al palacio, el trayecto era en pendiente ascendente, lo que hacía que te sintieses más pequeño frente al palacio. Pero lo más impresionante fue la visión de los jardines y el estanque desde la parte trasera del palacio: Parecía que el estanque no se acabase nunca, era algo impresionante.

Llegados a este punto Magrgrgrte prescindió de la guía y nos pusimos a patear los jardines a nuestra bola y así llegamos al Grand Trianon, osea, la casa de la querida del rey (seguro que era un putero). Luego vimos el Petit Trianon, que efectivamente era un poco más petit que el Grand Trianon.

Tras rellenar la botella de agua en un grifo nos fuimos al centro del estanque, pero en la orilla por supuesto, y nos tiramos en el césped para jalarnos los bocatas que nos habíamos encargado de preparar para comer allí.

Una vez hubimos comido el contacto extremos con la naturaleza nos llamaba, por lo que nos tiramos sobre el césped a dormir una siestecilla: sí, ese gran invento español que hicimos en tierras paganas de gabachos de mierda (estábamos hartos de ellos).

Carlos súbitamente se levantó y echó a correr escapando de una avispa... les tiene MUCHO miedo. Y acabó en el bordillo de piedra del estanque metiendo la bota en el estanque para comprobar si era verdad eso de que no les entra agua aún sumergidas... "Que guay, no me mojo los pies... Uy... me pasé"

Una vez quedamos hartos de naturaleza Marta decidió que se quería dar un baño en el estanque y frente a la presencia de dos gendarmes Carlos y María intentaron persuadirla de que no se bañase, pero no hizo demasiado caso. Por suerte Carlos estuvo rápido de reflejos y consiguió agarrarla en el momento en que iba a zambullirse al estilo hombre-rana.

Tras el intento frustrado de Marta por bañarse pusimos rumbo hacia Paris de nuevo para ver por dentro Notre Damme, y la zona del Centro Georges Pompidou. Cogimos el RER para llegarnos hasta la estación de Saint Michel.

Al tardar tanto en llegar nos quedamos dormidísimos y por suerte, luego se vio que fue mala suerte, Carlos despertó poco antes de que el tren se fuese de esta estación; el caso es que nos bajamos del tren a la carrera y cuando estábamos a punto de salir al exterior... ¡zas! Marta se dio cuenta de que se había olvidado la riñonera en el tren... Sí que la habíamos jodido bien. Nos dio un considerable bajón a los tres, y hay que decir que a pesar de que no consiguieron encontrarla las funcionarias de la estación de Saint Michel de la linea C del RER de Paris se portaron muy bien diciéndonos todas las posibles soluciones a adoptar. ¡¡3 HURRAS POR ELLAS!!

Hubo que hacer de tripas corazón aunque a Marta le costó un poquillo. Todo fue a mejor cuando Carlos comenzó a decir tonterías camino de Notre Dame. Incluso Marta renunció a guiar... cosa de la que Carlos se alegró mucho, para guiar él y recorrer "atajillos" mientras que María le suplicaba a Marta que se recuperase para que no guiase Carlos.

Entramos en Notre Dame, que por dentro no es para tanto, y salimos rápidamente. Luego caminamos hacia el Centro Pompidou pasando por delante del "Hotel de La Ville", que no es que sea un hotel público ni nada de eso, es más ni siquiera es un hotel, se trataba del Ayuntamiento, que por cierto estaba engalanado con banderitas francesas (supongo que porque estábamos en Francia): Carlos: "Que bonito sería que todas fuesen españolas... Paris conquistado y arrasado por una legión de 50.000 Alfredos Landa".

Vimos desde lejos el Centro Pompidou y a Carlos en un principio le pareció sencillamente feo, pero al acercarse pudo afirmar categóricamente que le resultaba espantoso. Matamos allí una horita viendo unos espectáculos callejeros de esos. Unos tíos se dedicaban a interpretar bailando una especie de representación en la que dos colegas se peleaban y luego uno se moría o algo así. Fue chulisimo. Marta y María se fijaron especialmente en uno de los bailarines, e incluso una de las dos comentó algo parecido a: "A ver si se gira y le vemos el culo".

Se acercaba la hora de los fuegos artificiales, por lo que tuvimos que ponernos en marcha hacia el Trocadero, pero primero pasamos por un estanco, era inevitable, y un McDonalds del Boulevard St. Germain para llenar el buche por unos económicos 30 francos cada uno. Estábamos puliendo nuestros últimos francos.

Nos situamos a la derecha de la Torre Eiffel mirando hacia el Trocadero, en los jardines que dan al Sena y allí nos sentamos esperando por el espectáculo. La verdad, para que negarlo es que no vimos mucho del castillo de fuego, ya que los árboles nos tapaban bastante, pero aún así tuvo que ser la releche. Lo que sí vimos fueron todos los cohetes, que menos los del final que eran rojo, blanco y azul todos eran chulisimos.Una vez acabó todo nos montamos en un RER y para el albergue a dormir para estar fresquitos para el que iba a ser nuestro último día fuera de España.

domingo, 13 de julio de 1997

Paris (II)

El domingo nos tocó un día de tute salvajísimo. Visitamos el Louvre, por fuera, por supuesto, pues entrar era la autentica locura. El edificio es más grande aún, es decir, todo lo que uno se puede imaginar ¿no? ¡Pues no!, es más grande aún. Por cierto me pregunto quién sería el gilipollas que tuvo la idea de encasquetar una pirámide de cristal en el medio. ¡¡Queda precioso!!

Nos dedicamos a patear alrededor de las fuentes, ya que a pesar del intenso calor que hacía corria una ligera brisa, y esta hacía que los chorros de agua se salieran de las fuentes y con un poco de suerte te salpicasen. Por supuesto nos pusimos en el lugar apropiado en el momento apropiado para podernos refrescar, aunque hubo quien se pasó, pero como a estas alturas de este texto ya os lo imaginareis no vamos a dar nombres, ya tiene ÉL, bastante con lo suyo.

Desde ahí sólo quedaban seis kilometritos de nada de camino hasta el Arco del Triunfo, pero nada, en diez minutos estábamos allí. De camino vimos el obelisco, que como no, no es francés sino egipcio (en París la mitad de las cosas son regalos de otros países o chorizadas a otros países naturalmente)

También vimos el guardamuebles real, que por cierto, fijo que les quedaba un poco grande... total, para 5 o 6 sillitas de tijera, 2 supletorias y la rulot para el verano.... ¡¡¡si es que lo hacía todo a lo béstia!!!

Tras llegar al Arco del Triunfo pillamos el metro hacia Montmartre, donde en la subida nos metimos unos bocatazos para recobrar fuerzas y continuamos la ascensión. Casi al llegar a la cima nos paramos a oir a unos macarretas guitarreados que por no tener no tenían ni gorra para pasar pues se la pidieron a María... menudos jetas.

Entramos en la Iglesia del Sagrado Corazón que por fuera es bonita, pero por dentro no es nada del otro mundo... osea, por fuera mola, pero por dentro es una pastel.

Las calles que rodeaban la iglesia estaban llenas de dibujantes, pintores, caricaturistas, mimos... todo muy chulo, aunque sobraban 800 o 900 turistas de mierda que estaban dando la paliza.

Nos sentamos en una terraza a ver como pintaba un pavo, que luego descubrimos que era catalán.

Carlos: “Yo hablé con él”.

También estuvimos viendo como hacían retratos y caricaturas, en especial una de una niña con una cara de pilla que no podía con ella.

Luego vino el consabido paseo con la correspondiente selección de camisetas y paridas para regalar a los seres queridos...

Al bajar vimos más mimos y cantantes y nos fuimos a ver la Madeleine (o como coño se diga, porque leer leen Madlein). A Marta le costó bastante que la taquillera le diese un billete de metro para la Madeleine y es que al parecer Marta no lo pronunciaba demasiado bien... Detrás en segunda línea Carlos parecía una olla a presión a punto de estallar y María se reía. Cuando Marta consiguió hacerse entender, rápidamente Carlos con los ojos inyectado en sangre se acercó a la ventanilla y con un tono firme de “O me entiendes o te desmonto el chiringuito” dijo: “Un billetuá pur la Madelein” cosa que la chica entendió al instante. Detrás Marta y María se reían.

Desde la Madeleine pateamos hasta la Ópera y luego bajamos hacia el Obelisco atravesando la Place Vendom o algo así, donde vimos tiendas de esas guays de Cartier y de Rolex, y desde la cual fuimos hasta el obelisco pasando por la calle de las tiendas, por cierto vimos en la tienda de Chanel un conjunto monísimo de 15.000 francos.

sábado, 12 de julio de 1997

Paris (I)

Maria: "Durante el desayuno a Carlisuá le pareció ver a una chica que iba con él al colegio en Barcelona, y tras desayunar fue a mirar en recepción si había alguien registrado a su nombre. Después de tomarnos el delicioso desayuno ('Solo un panecillo para cada persona') nos dirigimos en RER (de gratis) a Notre Dame, que nos pareció más pequeña de lo que imaginábamos (cosa rara en Paris ya que está hecho todo a lo grande).

Decidimos dar una vuelta y ver la catedral por fuera antes de entrar, y para variar (con la mala suerte que tenemos debido a un gafe, que debe de ser Magté, más adelante se averigurá porqué) cuando decidimos entrar, estaba cerrada.

Volvimos a coger el RER y nos dirigimos a La Defense. Hacía un calor de la 'HOSTIA'. Estuvimos viendo los edificios en tentando convencer a Carlisuá de que el Arco de La Defense y el Arco del Triunfo estaban alineados. ¡No lo conseguimos!

Nos fuimos al Quick a comer un pollo que realmente estaba asqueroso, pero que bien que nos sentó. Tras lo que fuimos a Al Campo, (que tenía un nombre muy raro) y llenamos el carro para variar. Salimos fuera y nos sentamos en la plaza a tomarnos un Dan'Up de frutas del bosque que estaba ¡delicioso!.

La Defense la vimos a todo meter, que si este edificio es color azul verdoso, que si el otro mide tanto, que si está haceho de no se que. Unas estructuras un poco paranoicas (típico de algún arquitecto que ya tiene el puñetero título y puede hacer lo que le de la gana). Una fuente chulisima con escaleras (lugar común en París para sentarse pues se nos acabó la buena vida de las terrazas) donde no dejamos a Carlisuá sentarse y mojarse los pies.

Como el NIÑO estaba destrozado decidimos volver al albergue. De camino nos encontramos unos chicos que también estaban en el albergue, a los que habíamos conocido por la noche, que eran de ARANJUEZ (otra coincidencia).

Minetras Carlisuá se quedó quejandose de su inmenso dolor, Magte y yo, no satisfechas con la caminata que nos habíamos pegado decidimos ir a dar una vuelta por Athis-Mons. Se trata de un lugar tranquilo que se halla en la única montaña que debe haber en este pais plano. Íbamos andando condo vimos un avión volando bajisimo, supusimos que estaba cerca el aeropuerto, y efectivamente allí estaba. Nos tiramos en cesped y estuvimos viendo aterrizar a dos aviones ¡que impresión!, pasaban tan cerca que parecía que si te ponías en pies te iban a dar con el tren de aterrizaje.

Toda esta historia es la que le contamos a Carlisuá cuando volvimos ¡que se la tragó!, pero en realidad sólo vimos un par de aviones que se disponían a aterrizar en un aeropuerto que estaba cerca pero que no vimos.

JA JA JA...
"


Carlos: "¡¡¡Canallas!!! Además María se ha olvidado contar nuestra visita a la Sainte Chapel a la que pasamos de entrar porque costaba un pico. Tambien vimos el Palacio de Justicia donde me saqué una foto.

María ha olvidado contar algún detallito: Cuando ibamos a entrar a ver la Sainte Chapel tuvimos que pasar por un detector de metales y al pasar ellas comenzó a pitar. María llevaba 3 granadas de mano, una recortada, una uzi y tres minas antipersonales. Marta llevaba un lanzagranadas, tres kilos de goma 2, objetos punzantes, piedras y tres navajas de repetición. ¡¡UN NÚMERO!!

En el andén del RER le dieron una paliza a dos negros, a tres musulmanes y a dos gendarmes mientras yo iba a mirar cuanto faltaba para que llegase el tren, robandoles un total de 1318 francos con 35 céntimos ¡¡En menos de 2 minutos!! Por suerte logré persuadirlas para que lo devolviesen todo aunque a uno de los gendarmes que a pesar de haber devuelto todo las quería detener le dieron una paliza. María lo agarró por detrás mientras que Marta rodilla en tierra se dedicaba a darle puñetazos en sus partes al grito de "Hop-hop-hop-hop" Luego María le dio la vuelta y le propinó un cabezazo con el que cayó al suelo; tras eso fueron 8 o 9 minutos de continuas patadas en la cabeza por parte de las dos hasta que llegó el tren. ¡¡QUE BESTIAS!!

En el tren para ir a La Defense al llegar y abrirse las puertas la gente se bajó toda del vagón corriendo entre gritos de terror. Yo no me pude explicar eso hasta que me giré y vi a las dos con senda máscara anti gas en la cara y una mofeta en cada mano... ¡¡UN ASCO!!

Al volver al albergue me encontré a Anna Bellver, una antigua compañera del colegio en Barcelona, me hizo mucha ilusión. Definitivamente el mundo es un pañuelo
"

viernes, 11 de julio de 1997

Amsterdam - Paris

Nos levantamos tempranísimo para poder coger el tren sin tener que correr más de lo necesario. La verdad es que no nos quedaban guildes, por lo que tuvimos que hacer el viejo truco de colarnos en el metro, que por supuesto es gratis.

Por fin había llegado la hora de enfrentarse al gigante... íbamos hacia Paris. Salimos de Ámsterdam a las 8'30 de la mañana, y en Bruselas nos cambiamos al tren de Paris, el cual salió de allí a las 12:07. A las 14:05 estábamos por segunda vez en la ciudad de las luces: Paris... ¡¡Que miedo!!.

Nos dimos rápidamente cuenta de que estábamos en Paris cuando por un simple bocadillo de queso tuvimos que pagar la friolera de 16'50 FF, por supuesto sin bebida. Desde la estación mismo llamamos al albergue para que nos dijeran la manera de llegar hasta él. El RER B hasta St. Michel y luego el C hasta Athis Mons, en un tren que se llame JILL o CIME. Y como somos así de chulos el primer trayecto lo hicimos en metro.

Al pillar el billete nos asustamos muchísimo al ver que cada billete eran 17'50. Por suerte en el albergue nos informaron de que el RER C era gratis con el Inter-Rail.

Llegamos al albergue casi a las 16'30, dejamos las cosas y alrededor de las 17'20 salimos de nuevo hacia Paris. Nuestro primer objetivo era ver la Torre Eiffel, a la cual tras cotizar 29 francos del ala nos permitieron ascender... ¡¡A PIE!! ...¡¡CHORIZUÁS!!

Carlos: "La ascensión comenzó bien: durante los 4 o 5 primeros escalones apenas nos cansamos, el problema se presentó a partir de ahí, cuando sólo nos faltaban aún por subir 1000 y pico más. María a partir del 7º escalón comenzó a quejarse de vértigo... ¡Mujeres!"

María: "¡¡HOMBRES!! Es mentira, me empecé a quejar (que no me quejé, yo iba tranquilamente mirando mis escaleras) a partir del 100 más o menos"

Carlos: "¿por donde iba? Ah, sí, (¡¡Mujeres!!) Conseguimos llegar al primer piso... a que suena como algo fácil... ¡¡¡PUES NO LA FUE!!!. ¡¡El primer piso está a ciento y pico metros!! La vista era guay, se veía todo Paris... desde ciento y pico metros de alto."

Marta: "El cateto este no tiene ni puta idea, el primer piso está a cincuenta y pico y el segundo a 115 metros de altura, de todas maneras a nosotros nos parecieron kilómetros el subir hasta cualquiera de los dos."

Carlos: "¡¡Como yo no guió no me entero!! ¡¡Guía de mierda que tenemos!!"

Marta: "Después de llegar arrastrándonos al segundo piso seguimos flipando con la vista y ¡oh, maravillas del dinero! hasta el tercero subimos en ascensor (un timo). Dentro de él María y Carlos iban cagados de miedo (cosas del vértigo), yo (Marta) que soy muy valiente ni me inmuté, bueno, más bien disfruté como una enana. Arriba más de lo mismo: vistas alucinantes, más españoles (que Tomamos la torre Eiffel) y pocas ganas de volver a bajar, pero había que enfrentarse al reto. El primer tramo fácil: en ascensor, y aunque parezca increíble María y Carlos "decían" que al bajar no las daba vértigo. Después de esto venía la decisión más difícil, o bajar o esperar a que nos tirasen, cosa que no fue muy fácil decidir, pero como estamos hechos todos unos deportistas bajamos por esas escaleras infinitas, pero no andando, sino ¡al trote! No dejamos de sorprendernos"

Carlos: "Marta miente como una bellaca que es. Ella y María salieron del ascensor a gatas, y no quisieron ponerse en pie. Yo como buen chicarrón del norte que ha estado alguna vez en Bilbao (algo siempre se pega) salí, me asomé e incluso baje de la torre haciendo rápel hasta el suelo sólo con ayuda de las tiras en que convertí mi camiseta... ¡¡Ni McGyver!! (Esta es la autentica y única realidad) Al llegar abajo vi que no bajaban y subí otra vez hasta arriba, y cual Obelix con dos jabalís las bajé al hombro a las dos. ¡¡¡QUE DURO SOY!!!... Bueno admito que lo de la camiseta era una exajeración, era una cuerda."

Maria: "VERDADERA VERSION DE LA HISTORIA: Yo (María) sí que tuve vértigo pero ellos dos, aunque lo nieguen también lo tenían, lo que pasa es que tienen unas pequeñas lagunas mentales. Una vez arriba ya se pierde todo el miedo (o por lo menos yo) porque Carlisuá y Magthé, cuando bajamos por el ascensor iban con lo ojos cerrados y apretándome los brazos... tengo unos moratones alucinantes."

Tras bajar de la torre la "guía" nos condujo hacia la Plaza del Trocadero, que es una mierda porque conmemora una victoria Francesa sobre los Españoles... menos mal que a Napoleón (su gran figura) y a su hermanito les dimos bien por el culito en España durante la Guerra de la Independencia. Por cierto, estaba todo vallado y hubo que dar un rodeo de la leche. Menos mal que tenemos una guía muy apañadita (aunque un poco cagueta por el espectáculo de "Bajadme de aquí" o "Mamá tengo miedo" de la Torre Eiffel.) Marta: "Cuando dimos todo el rodeo para llegar a la Plaza del Trocadero me quedé alucinada cuando vi la case de Peiret del número 25 de la rue Franklin, fue pasear por allí (buscando un baño) y de repente verla... chulísima"
Volvimos hacia la Torre Eiffel y nos pateamos el Campo de Marte, (Carlos: "Si por mi fuera, lo convertía todo en un barrio de viviendas de protección oficial") En el otro extremo del Campo de Marte vimos la Escuela Militar. (Carlos: "ahí adiestraron a muchos de los gilipollas que se cargó Agustina de Aragón... je, je por cierto el edificio es muy chulo, y como todo en Paris construido con la quita que se le quitaba a los pobres.")

Marta: "Después de que a Carlos le entrase el hambre (igual que a todos) decidimos que de paso que pasábamos de él, podíamos ir a ver Les Inválides, otro edificio tocho hecho a costa de los pobres. Como siempre, llegamos y estaba cerrado, así que no pudimos entrar, pero bueno, era precioso. Allí nos sentamos a hacer la foto de rigor, pero claro, la suerte no nos acompañaba: justo después de hacerla y hacer números con que no iba a salir por falta de luz, van e iluminan el edificio. Es que alguno debe se gafe... (yo no)"

Carlos: "Dice que no es gafe la de la multa, la del negrón, la del corte en la rodilla... Aunque sí existe la posibilidad de que no lo sea Marta, puede que lo sea María."

Bordeando Les Invalides vimos un tio muy chungo tirado en el suelo y cambiamos de acera (por si acaso). Luego al llegar al otro extremos de Les Invalides, donde Carlos se hizo una foto con unos cañones detrás. Continuamos hacia el Sena por una avenida de 250 metros de ancho (lo justo para dos personas caminando de lado).

Tras cruzar el Sena por el puente de Alexandre III (¿quien coño será ese?) llegamos al Petit Palais, (Carlos: "que de petit tiene lo que yo de flaco...") y al Grand Palais (que según Carlois era igual de grande.)

Al acabar de ver esto decidimos ir a cenar algo (ya que Carlos se estaba poniendo muy pesado ya) y nos pusimos a la tarea de buscar un McDonalds.

Como no teníamos ni idea de donde podía estar le preguntamos a un amable lugareño a lo que el muy hijo de puta respondió: "está ahí ta, en los Campos Eliseos, a uno o dos kilómetros" ¡¡Me cago en su madre!! uno o dos kilómetros, como si fuesen 10 o 20 metros. En ese momento nos dimos cuenta de que Paris nos quedaba demasiado grande.

Tras salir del Burger en el que cenamos bajamos por una calle hacia la estación del RER de Pont de l'Alma y de camino hacia ella por cierto vimos un Banco Pastor. Curioso ¿no?.

María: "Después de comer esa "maravillosa" hamburguesa y de esa caminata, nos fuimos al albergue, tuvimos que escalar otra vez, pero esta vez, éramos Magte y yo quienes llevábamos a Carlisuá en brazos."

jueves, 10 de julio de 1997

Amsterdam (II)

Fue el día que más tarde nos levantamos, las 10'30. Desayunamos por 4 Guildes de esos y nos piramos al mercadillo a la caza de Souvenirs de Amsterdam. (osea camisetas).

Tras eso visitamos la casa de Ana Frank, que nos impresionó mucho a los tres. Para entrar tuvimos que hacer cola por un tubo ya que había muchísima gente. Nos quedamos muy impresionados los tres al ver las condiciones en las que se vieron obligados a vivir.

Carlos: "Cuando vuelva a España leeré el libro".

Tras la visita y el sacarnos la correspondiente foto de rigor nos pillamos un tranvía hacia el museo Van Gogh, junto al que se ponía un carrito de perritos calientes, que la verdad es que resultaban bastante baratos (1'50 gildes). La verdad es que nos pusimos morado de salchicha, pan y todas las mierdas que le podíamos echar... sin aumento de precio por supuesto.

Una vez hubimos saciado nuestra hambre pusimos rumbo a la "Centraal Staation" para solucionar el tema de los billetes para Paris, pero apenas a 500 metros de la estación se jodió el tranvía... osea que a patear, aunque como somos gente muy apañada aprovechamos para mirar escaparates para llevarnos alguna cosilla de recuerdo.

En la estación perdimos casi una hora hasta que nos atendieron, tuvimos que coger número, y esperar... mucho... nuestro número era el 36 y el contador iba por el setenta y pico. Una vez conseguimos llegar a la ventanilla y tras intentar explicarle al tío en inglés lo que queríamos, él nos contestó en castellano, gracias a lo que pudimos acabar rápidamente.

Tras terminar solucionar lo de los billetes nos sentamos un ratito en la "Damm Plein" , es decir, como la Puerta del Sol pero en Ámsterdam. Allí si que vimos de todo: Unos hare-crisna (o como demonios se escriba) montando un escándalo de órdago con su música, si es que se le puede llamar así y no ruido altamente molesto, unos tíos escuálidos montando follón también con unas guitarras eléctricas en el otro extremo de la plaza, una niña de unos doce años preparándose un buen "book" de fotografías para ser una top-model, y un señor raro que nos ofreció cosas también raras.

El tío intentaba vendernos una movida de colorines de esa para el pelo (llevaba 2) y al decirle que no el muy camello nos ofreció éxtasis y coca, por lo que nos quedamos flipados. Por supuesto dijimos que no porque somos gente sana que esta "Enganchada a la Vida".

Fuimos luego a comprar algo para el novio de María y algunas postales para enviar, tras lo que decidimos que nuestra situación económica era crítica y nos metimos en un McDonalds donde quemamos las últimas monedas que nos quedaban cosa que más o menos conseguimos fácilmente. Luego a visitar la movida roja esa tan famosa.

Paseamos un buen rato por el barrio rojo y quedamos alucinados. En todos los escaparates había tías medio en bolas invitándote a pasar. Había muchos espectáculos eróticos festivos a punta pala, todos ello anunciados con grandes carteles como "Live Porno" o "Live Sex". Un portero desde la entrada de uno de ellos nos dijo en inglés: "Sexo, lujuria, el "Coco-Rosso" es el mejor" y otro nos dijo: "Un bonito espectáculo para toda la familia".

Era como Sodoma y Gomorra, todo espectáculos porno, casas de putas, coffe-shops donde fumar drogas, bares conde consumir alcohol, y camellos en los puentes ofreciendo éxtasis, coca y otras sustancias estupefacientes.

Cuando ya poníamos rumbo hacia el albergue nos paró un tío que llevaba una bolsa de papel, nos ofrecía su contenido por 5 guildes, el contenido era un auto-radio con sus correspondientes altavoces. Seguro que quería el dinero para drogarse... esta juventud es que es una mierda. Unos metros más adelante pasamos junto a una calle donde había un concierto... y como nos apuntamos a un bombardeo allí nos metimos. Entre la gente encontramos a dos chicas de Madrid que habíamos conocido en Brujas y nos quedamos con ellas un ratito en el que charlamos y nos sacamos una fotos. Luego llegó el momento de irse dejando atrás a todo el mundo borracho, colocado o lo que fuese...

En el albergue pasamos de nuevo un buen rato con los amiguetes de Vitoria, quienes nos presentaron a un chico de Madrid (Sergio) que tenía unas greñas de aupa, y tras fumar unos pitillos, echarnos unas risas y el consabido intercambio de direcciones nos fuimos para la camita.

miércoles, 9 de julio de 1997

Amsterdam (I)

Nada más levantarnos cogimos las cosas y piramos del hotel a toda pastilla para trasladamos al albergue, donde por llegar antes de la hora tuvimos que esperar hasta que nos dieron una habitación. Una vez acomodados allí nos fuimos al museo Van Gogh, por supuesto en tranvía, naturalmente fardando del título de transporte... había que sacarle jugo a la pasta que habíamos invertido en él.

Cogimos el tranvía 20 y nos fuimos al Van Gogh Museum, que nos costó 12,50 gildes de esos, donde debimos echar por lo menos un par de horas admirando sus pinturas mientras nos acordábamos de Mónica y de lo que ella disfrutaría viendo el museo. Tras ver todo el museo, nos metimos en la tienda de este, donde decidimos comprarle a Mónica una postal de una reproducción de un cuadro de Van Gogh.

Tras ver el museo salimos y nos metimos en un tranvía y bajamos en algún punto indeterminado de la ciudad en el que había un Burger King, era el único establecimiento de comida rápida que nos faltaba por probar, y luego para el albergue a descansar un ratito para luego ir a ver el estadio del Ajax, que la verdad es que es impresionante. Por cierto, el metro de Ámsterdam también debe ser gratis como el de Bruselas ya que nadie paga.

Lo mejor del día fue a partir de que bajamos un rato después de cenar. Nos volvimos a encontrar a "la gente de Vitoria" y allí nos quedamos un buen rato de charla. Charlando nos recomendaron ir a ver la Casa de Ana Frank, ya que a Raquel y a Olivia les impresionó muchísimo. Al cabo de un rato apareció Rocky Balboa: pantalón corto, cabezón, gorro negro de lana, pelo largo y por supuesto la boca torcida... era clavadito clavadito.

Más tarde apareció un puto yanqui, que según él era de cerca de San Francisco, su madre había trabajado un año en Madrid y trabajaba en un restaurante donde las cartas estaban en español y en inglés... osea que no coló lo que nos dijo de que no tenía ni papa de español. El tío estaba total y absolutamente flipado, no paraba de repetir intercalándolo con su risa estúpida: "All the world is stoned", "this city is fun" y demás lerdeces.

Detrás de donde estábamos sentados había un tío realmente auténtico. Estaba totalmente a su bola, con unos cascos, que parecían de un estudio de grabación, oyendo música clásica y fumando marihuana. El tío además tenía una luz roja parpadeante colgada de la espalda... era la auténtica coña. Pero lo mejor todo fue cuando repentinamente sacó la cámara de fotos del bolsillo y se la puso en la cara a Marta y ¡zas! la dejo ciega... bueno y a la vez le sacó una foto. Luego sacó otra a todo el grupo, tras lo que le dimos una dirección para que nos las enviase (falsa por supuesto). Él nos dio la suya, sólo la letra ya es indicativo de lo pirado que estaba el tío. Mientras el puto yanqui seguía dando la paliza con chistes malos y estúpidos nosotros nos reíamos de él, lo mejor de todo fue cuando una de las chicas de Vitoria le preguntó si era o había sido Boy-Scout. Al final el tío se cansó de ser nuestra fuente de diversión, se levantó y se dedicó a intentar robar una bicicleta. ¡Un cretino vamos!

Un ratitio más tarde nos tocó el clásico gilipollas de esos de "Esta es mi ciudad y aquí mando yo" Que tras increparnos nos preguntó que de donde éramos y qué idioma hablábamos, a lo que alguien dijo "Euskera" tras lo que el cretino contestó "Oh, turistas estúpidos" y se fue. Un poco más tarde conseguimos deshacernos definitivamente del yanqui y seguimos hablando hasta que nos fuimos a enpiltrar.

En resumen: Ámsterdam es una ciudad muy rara, vimos de todo: putas en los escaparates, una carta de drogas en un coffe-shop, sex-shops por todas partes, gente por la calle con unas sonrisas de oreja a oreja, un tío que cantaba que era una pasada en mitad de la calle, unos rusos cantando y bailando y unos saltinbanquis... de todo vamos.

martes, 8 de julio de 1997

Brujas - Amsterdam

Cogimos el tren para Bruselas por los pelos, ya que para ir del albergue a la estación teníamos que coger el bus urbano, y por poco no llegamos a coger el tren. En una hora llegamos a Bruselas, Bruxelles, Brussel o como coño se diga.

Carlos: "¡¡QUE LIO!!, ¡¡ en este país cada uno le llama a las cosas según le peta!!"

En Bruselas, concretamente en la estación central nos cambiamos de tren y cogimos un Intercity que debía llevarnos a Ámsterdam. Durante el viaje nos dedicamos a dormir como ceporros, aunque saliendo de Bruselas pudimos ver a lo lejos la torre del ayuntamiento de la ciudad y el Atomium, que al menos a Carlos le siguió pareciendo pequeño.

Tras un rato de viaje llegamos a Amberes o Antwerpen como dicen en Bélgica... ¡¡Serán raros!! con lo fácil que es decir Amberes y dicen esa cosa rara. Allí, al salir el tren cambió de sentido y Carlos que se había situado en la posición guay al salir de Bruselas se tuvo que joder e ir de espaldas lo que quedaba de viaje hasta Ámsterdam mientras Marta y María se reían sin ningún tipo de piedad ni compasión, es más se dedicaron a putearlo el resto del camino en los momentos en que no dormían. María vio el estadio del Feyenord desde el tren al pasar por Rotterdam.

Al llegar a Ámsterdam nos dirigimos hacia el hotel que habíamos reservado el día anterior, y una vez nos registramos el conserje nos dio una carta que los chicos de Vitoria (Gorka, Olivia y Raquel) nos habían dejado allí y en la que nos avisaban de que no nos quedásemos, que era mucho más caro de lo que el chorbo había dicho por teléfono. La putada fue que nos tuvimos que quedar la primera noche (cosa que por supuesto nos fundió totalmente el presupuesto). En resumen, el tío del hotel era un cabronazo, un mercenario y ojalá se le caiga el hotel encima un día de estos.

El contenido de la carta era el siguiente:

Amsterdam, 7-7-1997

Hola chicos!

Esperamos que hayáis tenido un buen viaje, os enviamos esta nota para que sepais que este hotel es mucho más caro de lo que en un principio os dijimos. Nosotros nos llevamos un gran chasco y nos defraudó mucho, pero hemos encontrado camas en un hotel que nos dieron en la oficina de turismo por 25 Florines. El hotel se llama Arena, es al que fue el chico madrileño, José Luis, está por la zona de Mauritskade, tenéis que coger el tranvía número 9 y a unos 5 minutos se encuentra Arena, es fácil de localizar, no tenéis problema.

Lamentamos mucho la confusión y esperamos veros pronto y poder hablar mejor.


Un abrazo;

la gente de Vitoria

Tras dejar las cosas nos fuimos a la oficina de turismo para buscar alojamiento para las dos siguientes noches, y nos fuimos al Arena, donde al parecer va todo el mundo que va a Ámsterdam un poquillo arrastrado.

Como se puede comprobar en la factura, en la oficina de turismo también nos dejamos una buena pasta, ya que cogimos un billete de 3 días cada uno para todos los transportes públicos y un mapa de la ciudad, en total 60,50 florines, o como dicen ellos "guildes" (Joer, florín es florín ¿¿como coño hacen para llamarlo guilde?? Al menos en Bélgica Bruxelles o Brussel se parece a Bruselas, pero de Guilde a Florín ¡¡¡no coincide ni una letra igual en el mismo sitio!!!).


Por la tarde nos dedicamos a vagar sin rumbo por la ciudad y así sin comerlo ni beberlo aparecimos en mitad del Barrio Rojo... que risas, la verdad es que quedamos alucinados, aunque supongo que en parte sería culpa del cargado ambiente de la cafetería donde tomamos un zumo de melocotón y dos aguas...

Por la noche, y ya de vuelta en el hotel, nos dedicamos a ver la tele, concretamente dibujos animados en el Cartoon Network) y a pulirle el contador del agua al perro cabrón del tío del hotel a base de darnos baños en la tremenda bañera que teníamos.

lunes, 7 de julio de 1997

Brujas

El segundo día en Brujas fue más de lo mismo, osea, patear como bestias, unas coca-colas en una terraza por la mañana, y una visita por el súper y el estanco, donde compramos tabaco de liar ya que las reservas se terminaban, una poderosísima siesta de 3 horas, en la que nos sumimos en un profundo estado comatoso y otra sesión de pateo con su rato en una terraza, por supuesto.

Mientras tomábamos un batido en la terraza de una especie de McDonalds, comenzamos a oír a los lejos unos extraños gritos: "Polisí, polisí" y a los pocos segundos apareció un tipo vestido con una chaqueta roja de punto y unos vaqueros negros. Detrás de él corría otro tío de pantalón blanco y camisa amarilla, que cuando estuvo lo suficientemente cerca le puso la zancadilla, así a la remanguillé y comenzó a leches con él. No fueron una o dos, fue un amplísimo surtido de puñetazos, cachetes, torazos, patadas y pisotones, vamos que le debió dejar la cara como un autentico mapa.

El italiano que teníamos en la mesa de al lado lo describió de la mejor manera posible: "Un expectácolo della violenzia di Brujas, gratis", ¡¡Vaya leches le dio!! Tras ese "divertido" incidente, nos volvimos para el albergue y nos acostamos pues al día siguiente partíamos para... ¡Ámsterdam!.

domingo, 6 de julio de 1997

Bruselas - Brujas

Nos levantamos como todos los días bastante temprano, alrededor de las 7'30. Bajamos bien a desayunar y nos fuimos para recepción para pagar, y fue allí donde nos encontramos las primeras personas de habla hispana que vimos en todo el viaje, sin contar los andinos por supuesto. Eran unos estudiantes de arquitectura argentinos que eran muy majos.



Carlos: "Además una de las argentinas estaba de toma pan y moja".

Al pagar las habitaciones Carlos preguntó hacia donde quedaba el Atomium y le indicaron que había que coger el metro en "Graaf Van Vlaanderen" que es lo mismo que "Comte de Flandre", osea Conde de Flandes (estos belgas lo hacen más difícil aún) y bajarse al final de la línea 1A.

Y eso hicimos nos fuimos a coger el metro, que por cierto, esta vez sí pagamos (el revisór nos puso la típica cara de "¡Turistas!" al ver que pagábamos) y nos fuimos hasta la parada "Stadion" o "Stade" es decir, Estadio, donde al llegar ya pudimos ver el Atomium desde el propio metro. La verdad es que el Atomium nos decepcionó a los tres pues esperábamos que fuese bastante más grande; la verdad es que eren varias pelotas unidas con unos tubos de mierda. Aquello fue la gota que colmó el vaso. Los tres pensamos a la vez: "Vámonos de esta ciudad de mierda" y nos cogimos el metro (esta vez gratis) para irnos a la estación "Centraal", "Centrale" o como coño se diga.


Teníamos unas ganas locas de pirarnos de esa mierda de ciudad. ¿Qué se puede esperar de una ciudad en la que se adora a un enano del tamaño de un barriguitas meando como un campeón?. Por cierto, debimos de dar 3219 vueltas alrededor del churumbel y no lo llegamos a ver.

Carlos: "La verdad es que a mi me la trae floja ver al meón aquel"

Una vez allí y tras recorrer unos cuantos túneles y volvernos locos mirando horarios en un idioma que aún ahora no sabríamos identificar demasiado bien conseguimos subirnos a un tren hacia Brujas.

En el tren coincidimos con dos matrimonios, uno de los cuales eran españoles del todo, y el otro parecía ser un matrimonio que emigró a Bélgica hace años ya que tenían acento belga pero se desenvolvían demasiado bien en castellano como para ser belgas.

Cuando llegamos a Brujas, nos dirigíamos a un banco (de sentarse, ya que los otros casi no existen en Bélgica) y apareció un tío que nos preguntó si éramos españoles. Nos había identificado por la gorra de Carlisuá -JB-, sus palabras concretamente fueron: "Otro jodido borracho. Sois españoles ¿no?". Luego nos confesó que lo único que le había despistado un poco fue Vichisuà ya que pensaba si sería alemana (si una de esas guarras de mierda que no se lavan).

Desde allí nos fuimos todos juntos al "Auberge de Jeneusse" (nombre estúpido para un albergue ¿no?), que estaba chapado hasta una hora después. El chico que conocimos se llamaba Jose Luis, y era de Madrizzz. Mientras esperábamos aparecieron otras dos chicas que por supuesto también eran de Madrizzzzzzzzz. (¡¡Queríamos ver españoles que no fuesen de Madrid!!).



Poco después estábamos los seis hablando de donde habíamos estado, lo que más nos había gustado hasta entonces y todo eso. La verdad es que la hora que teníamos que esperar a que abriese el albergue se nos hizo muy corta, y tras abrir nos cogimos los trastos , nos registramos y nos fuimos para nuestra chambre a dejar los trastos. El albergue era flipante, este sí que era el mejor con diferencia. La habitación tenía terraza, e incluso baño dentro de la propia habitación. Además el edificio donde estábamos era "Guachi de La Estrada".



Tras dejar los petates en la habitasuá, nos fuimos al centro a comer (en una especie de McDonald's). Carlos agarró el mapa y no lo soltó en todo el día. Después de comer y tomarse un cafecito, en una terraza por supuesto, comenzó la pateada, que supuso unos 5 o 6 km ya que nos hicimos todas las rutas que venían en el mapa que tan amablemente nos regalaron en el albergue a cambio de 50 BEF 50*5=250 pelas), ¡¡Que majos!!.



María: "Guiaba Carluàs (con eso digo todo, menuda pateada), pero nos gustó muchisimo"


Brujas es "la ciudad dormida". Era una gozada pasearse tranquilamente por los canales. Además, lo guay es que nos íbamos a quedar dos nochisuás, y no hacía falta andar con prisas. La ciudad estaba llena de descapotables, coches de caballos para turistas acaudalados, barcos, chocolaterías, de motos y de puentes (los que vimos casi todos buscando desesperadamente los puñeteros leones de Carlisuá, que al final no encontramos).



Tras el profundo cansancio que acumulamos ese día debido a la caminata, nos fuimos al albergue totalmente rendidos y tras cenar un sandwich mixto en la cafetería subimos al primer piso, donde en una sala conocimos más gente que hablase español. Conocimos a Gorka, Olivia y Raquel de Vitoria, a una chica Mejicana y a dos hermanas de Argentina. Allí los diez (también estaba José Luis) pasamos un buen rato charlando y contando historias cada uno de su ciudad o país aunque lo más divertido fue rajar de los koreanos y japoneses. Aprendimos la diferencia entre ahora y ahorita (cosa que seguro que nos será útil tarde o temprano), y nos explicaron la impresión acerca de la juventud española que se llevaban las hermanas argentinas y la chica mejicana: que éramos alcohólicos. Estuvimos hasta las tres de la mañana de palique. Poco antes de irnos apareció por allí el camarerisuá de la cafeta del albergue, que sabía español (aparte de francés, flamenco, alemán, japonés, inglés, italiano, catalán). Nos contó que había vivido 10 años en España, conocía Galicia (la comida), hasta sabía hablar en catalán y conocía los equipos de Madrid incluido el Rayo.

sábado, 5 de julio de 1997

Estrasburgo - Bruselas

Hay que reconocer que el desayuno sí era de cuatro arbolitos, es decir, sí estaba acorde con el precio de la noche en el albergue. Cereales con leche, taza de xocolé (mira que es fácil escribirlo así, como tiene que ser, y no la mierda esa de Chocolait).

Carlos: "Yo me puse como el quico."

Tras el papeo nos fuimos a patear la "ville" con las mochisoirs a la chepa, por cierto a medida que pasaban los días cada vez nos pesaban menos, poco a poco comenzaban a ser parte nuestra, no llegamos a saber si era porque nos estábamos poniendo cachas, porque se nos habían atrofiado los nervios del dolor, o porque nos la sudaba cada vez más todo.

Cogimos el bus y continuando con nuestra racha de pardillez lo volvimos a pagar; nos bajamos en Sta Margaride (aunque para el lector supongo que este dato no le servirá para nada si no ha estado en Strasbourg, para un gilipuá, Estrasburgo para alguien normal) y desde allí bordeamos el centro de la ciudad bordeando el río y adentrándonos en el barrio de la Petite France, que no llegamos a comprender el porque de ese nombre, pues todas las casas parecen alemanas. Los franceses a parte de escribir las palabras como les sale del culo, les ponen nombres incongruentes a sus barrios.

El recorrido era precioso, la Petite France parecía el pueblo de "La Bella y la Bestia". Nos compramos unas postales y unos dibujos preciosos y continuamos con la pateada. Al final, como no, acabamos en una terraza en la plaza de la catedral, donde unos músicos andinos amenizaban la mañana con sus cantos a cambio de unos francos (nosotros entre los tres les dimos 10'60 FF.).

Eran cuatro o cinco tíos (los cuales por su aspecto no podían negar su procedencia andina) y una chorba cachonda que se limitaba a bailar con un pañuelo rojo en las manos. Dio tantas vueltas sobre si misma que nos pareció raro que no esnafrase y se partiese los piños contra el suelo. Los estuvimos escuchando con atención, pues eran las primeras personas que oíamos en español, aunque fuese cantado, en muchos días.

Carlos: "¡¡Que guay, por fin encontramos a alguien que sabe hablar y no emite gruñidos!!"

Al cabo de un rato tuvieron que dejar de cantar, pues a las 12 del medio día comenzaron a sonar las campanas de la catedral. Por cierto, nos enteramos de que la catedral tiene 142 metros de alto, es decir, tan alta como la Torre Picaso de Madrid. El tañir de las campanas duró quince minutos y la verdad es que era alucinante, se oían de fondo unas campanas graves, y por encima otras más agudas. La verdad es que parecía que la catedral se fuese a caer por la vibración que causaban las campanadas. Al final la verdad es que acabamos hasta los huevois de las campanadas.

Cuando dejaron de tocar las campanas los músicos ya se habían cambiado de sitio, poniéndose mucho más cerca de donde estábamos nosotros y tras tocar alguna que otra canción más se pusieron a pasar una bolsa por las mesas de la terraza. Cuando llegó a nuestra mesa nos dijo "Pour la musique" a lo que Carlos contestó "¿Por la música?" tras lo que el sonrió contestando "¡Amigos!".Le dimos 10'60 francos y le preguntamos si sabían alguna canción española. Un rato después vino el guitarrista del grupo y les cantó un par de canciones a las niñas, mientras los turistas nos sacaban fotos. El tío este en cuestión, el guitarrista, debía estar liado con la cachonda pues las miraba a las niñas mientras les cantaba la canción con una cara de odio de aquí a mañana... (fijo que fue así como la conquistó a ella) ¡¡Qué se joda!!

Lo que quizás más grabado nos quedó de el suceso fue la frase con la que se despidió el chico: "Que les vaya bonito aquí en Estrasburgo".

Nos levantamos de la terraza y nos fuimos a ver la catedral por dentro, con un poco de decepción pues era quizás un poco oscurilla de más.

Tras esto pusimos rumbo hacia un súper, y luego a la estación para marchar a Bruselas. Según salíamos de la plaza volvimos a ver al cretino de las insignias nazis y el uniforme yanqui.

Carlos: "Ojalá lo pillen un par de negros y un par de musulmanes y le dejen la cara como un mapa, y luego que lo coja un mariconazo y le haga un culo nuevo, y si puede ser en una plaza pública y con gradas para que la gente pueda verlo".

El ticket del super era así:


tras el timo seguimos rumbo a las estación. Allí nos dedicamos a llamar a albergues para reservar plaza en Paris, Brujas, Bruselas y Ámsterdam, aunque en esta última ciudad no lo pudimos conseguir. Tras esto fuimos a preguntar si al coger un tren EuroCity había que pagar un suplemento como el del TGV, e igual que en Paris cuando íbamos a RGRAM nos dijeron que nos tirásemos al tren.Tras esto nos sentamos en el suelo del andén (porque no encontramos ningún banco vacío) y nos curramos unos bocatoises del cagarse. Tras el bocata nos pillamos unos capuchinos (realmente asquerosos) en una máquina del andén por la módica cantidad de 5 francos y nos subimos al tren.

En el tren partimos hacia Metz para desde allí seguir hacia Luxemburgo y desde allí continuar por Namur hasta llegar a Bruselas. Las niñas, como de costumbre quedaron fritas en un momento.

Carlos: "Me dejaron tirado teniendo que socializar con una alemana FEA y sin medio diente que me preguntaba si íbamos a Ámsterdam a fumar canutos. Detrás de ella había un gay intentando dormir en una postura un tanto extraña".

Al llegar a Bruselas nos equivocamos de estación y tuvimos que coger un taxisoir para ir al albergue. El albergue hasta ese momento era el mejor en el que habíamos estado, aunque los recepcionistas se pasaban el rato en el bar registrando a gente entre cerveza y cerveza. Tras acomodarnos nos fuimos a dar un rule por la ciudad, Bruselas nos llamaba, y nada hacía presagiar la decepción final.

En resumen se podría decir que la "Grande Place" es un flipe, el resto una mierda. Esos sí, hay que reconocer que el metro de la ciudad es de los más baratos que he visto en mi vida, es gratis, es más, si te paras a comprar el billetuá el revisoir te mira con cara de pensar: "tú eres de fuera y además idiota, ne pa?". Al salir del metro tardamos un poco en orientarnos, pero en seguida conseguimos llegar hasta la catedral, que por cierto estaba en obras, como todas las que vimos hasta entonces.

Las calles estaban cada vez más llenas de gente a medida que nos acercábamos a la puta plaza de mierda. Al entrar todos en un primer momento quedamos impresionados, impresión que duró poco al ver que toda la plaza estaba llena con gradas y no se podía ver prácticamente nada de las "Casas de los Gremios" "¡¡Putos Belgas!!"

Continuamos paseando en busca de un cajero para obtener guita, pero nada, Bruselas es una ciudad sin cajeros ni bancos, sólo hay macarretas con buga de segunda mano y cinta de ABBA regrabada con bakalao chusquero, mendigos pedidores de tabaco y demás gente rara, sucia, baja y deleznable.

Debimos estar buscando un cajero alrededor de 2 horas y al final la encontramos en una esquina de la "Grande Place". Tras esto cumplimos el capricho de Carlos: tomarse una cerveza belga en una terraza de la "Grande Place" de Bruselas, cerveza que salió por 115 BF ( unas 500 pelas ).
Dado que el albergue estaba en una zona realmente chunga, decidimos coger un taxi para volver hasta él y así ahorrarnos problemas, aunque eso trajo consigo la correspondiente clavada.

viernes, 4 de julio de 1997

Reims - Estrasburgo

Por la mañana, antes de partir de Reims entramos en la catedral, cuyas vidrieras son alucinantes. La catedral, más que una catedral parecía una sala para turistas. Las esculturas de la fachada eran impresionantes. El camarero del día anterior nos dijo que los sábados había un espectáculo de luces en la catedral, lástima que no pudiésemos estar para verlo.

Tras la visita a la catedral pusimos rumbo a Estrasburgo, y que suerte, teníamos que parar una hora en Epernay. El trayecto hasta Epernay fue brevisimo, Carlos no tuvo tiempo ni de dormirse.

Marta: "¡Vaya mierda de pueblo! Aunque por lo menos hemos comido "barato", me parece que el camarero de Reims no tiene ni puta idea"

En el trayecto de Epernay a Estrasburgo todos intentamos dormir sin poner los pies en el asiento de enfrente para ahorrarnos la talegada de multa, aunque siempre podíamos acogernos al derecho al primer aviso.

Carlos estuvo hablando con un chico militar que iba a Nancy a no se qué de una banda de música, y que fumaba unos Chesterfield ¿¿de caja marrón?? El tío estuvo intentando mantener una conversación, pero ni su inglés era inteligible para Carlos ni el de Carlos era inteligible para él.

Carlos: "Una de las pocas cosas que le entendí fue una pregunta referente a Maria y Marta: me pregunto que si ¿¿¿eran mis mujeres??? No se exactamente a que se refería pero por si acaso le contesté que algo parecido a un sí"

Cada día que pasaba nos íbamos cansando más del tren, pero la cosa se iba compensando al ver las ciudades y con alguna que otra satisfacción personal, como el ganar una partidita de tute entre ciudad y ciudad...

Estrasburgo nos pareció enorme al llegar, la plaza a la que se sale desde la estación es realmente inmensa. Tuvimos que pegarnos la gran pateada para encontrar el bus que nos llevase al albergue. Por cierto el albergue nos pareció un timo, 99 francos (hasta ahora no habíamos pagado más de 75) por una habitación muchísimo peor que las de los anteriores. Después de pagar los 99 FF y ver la ful de habitasuá que nos dieron nos dió un pequeño bajón, pero lo solucionamos poniéndonos a rajar de los franceses, sobre todo Carlois, que se puso eléctrico: Primero fue lo raro que hablen, luego lo hartos que estábamos del "merci", hasta pusimos a parir al camarero tan "simpático" que nos mando a ese albergue de mierda y nos dijo que Epernay era bonito.

Maria: "Menos mal que mañana salimos de este pais donde todo es carisimo y que sólo tiene gente que habla raro y sólo piensa en llegar puntual a los sitios... y además no se puede FUMER en ningún sitio."

Por la noche nos volvimos al centro en bus (debemos haber sido los únicos matados que lo pagamos porque todo el mundo entraba por la puerta de atrás). Al llegar al centro nos dedicamos a preparar los siguientes días a base de reservar plazas en albergues de Bruselas, Brujas y Luxemburgo. Con el teléfono en la mano Carlos comenzó a hacer el tonto a lo que María y Marta correspondieron educadamente con unas risas.

Al ser de noche no pudimos apreciar muchas cosas de las que vimos, como por ejemplo la catedral, pues apenas estaba iluminada. Las calles del centro parecían más de una ciudad alemana que de una francesa. Nos comimos un helado enorme (ya tenía que serlo por 15 francos) pero estaba buenísimo. Tras pasear por la zona de la catedral, ver la Plaza Kleber fuimos a ver una iglesia (gótico alemán por supuesto) y nos encontramos un coche francés con una pegatina como la de ahí abajo (I love Galicia). Naturalmente nos hicimos una foto con el coche.

Maria: "Vimos la catedral, unas casas muy bonitas, que parecían alemanas en lugar de francesas, un tranvia muy chulo, y todo tipo de personajes"

Cuando estábamos esperando el bus (que por supuesto como cívicos pardillos pagamos otra vez) había un mogollón de gente (...muy rara) Había una señora sentada delante de María y Marta que estaba con un niño, y en la parada se bajó del pus para hablar con una amiga que pasaba por la calle dejando a los enanos dentro del bus (¿y si se le hubiese escapado el bus?). Luego se subió mucha gente, sobre todo jóvenes, entre ls que destacaba el mayor gilipollas que hasta entonces nos habíamos encontrado. El muy cretino iba vestido con unos pantalones militares y una camisa que decía "U.S. ARMY" y que tenía toda plagada de insignias Nazis que para el caso no iban ni cosidas, iban agarradas con imperdibles ¿cómo se entiende eso? pues eso, que era gilipollas. Pero lo mejor de todo era el pelo, parecía como si hubiese metido los dedos en el enchufe, que aunque parezca una comparación exagerada no lo es en absoluto.

Para llegar al albergue había que pasar por un túnel bajo la vía del tren, donde coincidimos con toda la tropa del bus. Al aparecer repentinamente un coche todo el mundo se puso a chillar... Menudos imbéciles... si hubiesen visto una peli de Manolo Escobar seguro que no chillaban.

jueves, 3 de julio de 1997

La Rochelle - Reims

Nos hemos levantado con el tiempo muy justo para poder recoger el chiringuito y pirar para la estación, pero entre que hemos desayunado despacio y la recepción ha abierto tarde hemos perdido el bus que debería habernos llevado a la estación de trenes, cosa que hace que haya sido más absurda la discusión del día anterior con María.

El desayuno fue más bien escaso porque el asunto nos pillo de novatillos, pillamos cada uno un bollo de pan, un vasito de zumo, una tarrina de mermelada y una especie de cola-cao; el caso es que no sabíamos que si le echabas morro te podías pillar más cosas.

Marta: "...una estupidez de discusión porque total al final lo perdimos con lo que tampoco pudimos coger el primer tren de la mañana y estuvimos dos horas como gilipollas esperando el siguiente. Me parece que nos va a ser imposible acostumbrarnos a esta puntualidad francesa (sólo habíamos llegado 2 minutos tarde a la parada de autobuses). Los gabachos deben flipar en España con la puntualidad de los transportes. Conclusión: son unos pringados que viven cronometrados."



Tras las dos horas que nos pasamos en la estación de La Rochelle mirándonos la cara unos a otros nos subimos en el TGV que debía llevarnos a Paris, donde cogeríamos un tren para Reims. En el tren hacia Paris vimos un Francés loco, pero no loco de esos coñeros, loco de frenopático, de camisa de fuerza, de inyección en la sien... totalmente pirado. El tío estaba protestando por lo caro que es viajar en tren, del gobierno que tienen en Francia y de sabe dios que cosas más. A la media hora de hablar dijo que ya no hablaría nada hasta llegar a Paris... por supuesto mintió.



Maria: "A Marta le sobran las piernas (¡son tan largas! que nos molestan). Está el loco cantando, vamos a aprender otra canción (ya sabemos la de "Puturrú de Fuá").

Ayer me encontré a un Francés (que raro en Francia) que va a Noia, estuvo todo el año pasado. Estuvimos hablando un rato con él, y nos quedamos toda la noche flipados de lo pequeño que es el mundo, y lo que son las coincidencias

Es muy dificil escribir aquí, vamos a 190 km/h. Tengo que dejar de escribir porque vamos a jugar a las cartas... Al final no vamos a jugar a las cartas, porque es mucha CAÑA para Carlos (estamos sólo en el 3er dia)
"

En Paris hubo que ir de una estación a otra, concretamente de Paris-Montparnasse a la estación de Paris-Est, cosa que nos costó ocho franquitos del ala para coger el metro, lo cual por otra parte fue un rollo pues hubo que patear muchísimo y la peña que por allí pululaba era algo chunga.

Carlos: "...se me ha olvidado comprar la postal del Sena. Cuando vuelva a Paris espero que no vuelva a suceder."

En la estación Paris-Est nos enteramos de Reims se pronuncia RGRAMS. ¿Por qué estos gilipollas de franceses escriben una cosa y luego leen lo que les da la gana? (Conclusión: Son unos cretinos). También allí nos jalamos unos bocatas de queso que compramos y a los que les añadimos unas lonchas de jamón que nos habían sobrado de lo que habíamos comprado el día anterior en Hendaya. Marta fue a preguntar si había que pagar algún tipo de suplemento para coger el tren a Reims, y el taquillero le dijo que se tirara al tren.

Nada más subir al tren las niñas pusieron los pies encima del asiento de enfrente, y al pasar el revisor les indicó que no, que los quitasen. Un rato después, ya a medio camino, y con María dormida yo me descalcé y puse los pies en el asiento de enfrente, y Marta hizo lo propio sin descalzarse... al pasar el revisor le calzó una multa de 200 FF ( = 5.000 Ptas.).

Marta: "Yo (Marta) paso de contar lo de la multa que me da muy mal rollo, simplemente haré un breve comentario: Estos hijos de puta franceses me han timado ¡¡5.000 ptas!! por falta de compostura, pero ¿qué sabrán ellos de compostura? si yo siempre estoy correctamente sentada, hay que joderse... Espero que Marcos no se entere de esto porque sino tendré que auantar un año de puteos"


Carlos: "Ya que Magrgrgrte no ha querido explicar lo de la multa lo explicaré yo. Es más, voy a contar sólo la verdad: Al salir de Paris el revisetoir nos dijo que los zapatos en el asiento no. Pese a ello Magrte se quedó sopa con ellos sobre el asiento de enfrente. Al cabo de un rato apareció un "hijo la gran puta" que se puso, como si estuviese en celo a saltar y gritat señalando hacia Magrte. En un primer momento, antes de que Mag...te despertase yo pensé que "vaya forma más gilipollas de ligar que tienen en este país de mierda" pero no era eso, más o menos decía: "Te pillé, te pillé, te pillé, vas a la seño, que te va a meter un paquete que te van a salir canas hasta en la planta del pie.

El caso es que le calzó una multa de 200 francos por poner los pies en el asiento de enfrente "Pied chausses sur banquette apres 1er intervention" Lo más gracioso fué verlo intentando explicarnos en inglés que nos iba a calzar una multa. Decía algo parecido a: "shoes, chair, two thousand francs". Por supuesto Margrte y yo nos mirábamos con cara de "Este tio fijo que s'ha jalao un ajo" pero al final hubo que asumir que había que cotizar la multa.

El "piazo" de bastardo fijo que se inventó la multa al vernos indefensos por no saber rebotarnos en francés. Fijo que el muy gilipolluá proviene de una familia de Nazis, vota a Le Penn y sus familiares del sur queman camiones de fruta españoles.
"

Al llegar a Reims fue cuando se enteró María del suceso de la multa pues mientras todo sucedía ella dormía como un tronco. Salimos de la estación y en seguida nos dimos cuenta de que Reims era una ciudad mucho más grande que La Rochelle.


También en esta ocasión nos vino al pelo el mapita de la ciudad que tenía Carlos (¡que previsor es este chico!) Por suerte esta vez la pateada hasta el albergue fue más corta. Al llegar al albergue nos tuvimos que dividir para dormir, cosa que no supuso ningún trauma (las niñas ya son mayores y no tienen miedo por la noche).


En Reims el tiempo acompañó bastante y tras echarle un vistazo a la catedral nos metimos en un McDonald's ¡¡el primero que vemos en Francia!! donde pudimos comer la misma mierda que en España pero al menos, más o menos al mismo precio.

Tras el "banquete" nos pateamos dos o tres calles más hasta llegar a la plaza de las terrazas (cada minuto que pasaba nos importaba menos el dinero, 12 francos por una coca-cola comenzaba a parecernos barato).

Carlos: "En la terraza un camarero al que le preguntamos a donde podíamos ir
, después de decidir pasar de Rouen, pues Marta yo había estado allí, nos aconsejó visitar una ciudad llamada Epernay, a 20 minutos en tren de distancia de Reims, pero vamos a pasar de él porque nos vamos para Estrasburgo
"


En Reims por la noche también vimos la Puerta de Marte, el arco de triunfo romano más grande que se conserva, una estatua dorada en una calle peatonal, por la que puedes circular si tienes enchufe, y un huevo Kinder inmenso iluminado.

En la calle vimos unos pilotes para impedir el paso de vehículos, aunque si se tenía el mando apropiado se bajaban y podías pegarte un rule en buga por la consabida rue.

Al volver al albergue había montada un pelea de almohadas, pero estábamos tan cansados que pasamos hasta de pensar que eran infantiles (como hubiese molado unirse a la pelea).

miércoles, 2 de julio de 1997

Bilbao - La Rochelle

Cogimos un bus para Irún a primera hora de la mañana, justo después de que se le olvidase las revistas a Carlos en casa de sus tíos. Durante el trayecto vimos Eibar y San Sebastián desde el bus, por lo que no pudimos apreciarlas, aunque al menos en San Sebastián vimos el Estadio de Anoeta.

El autobús nos dejó junto a la estación de trenes de la RENFE en Irún, donde aunque de una manera muy simpática no dejaron de putearnos. El taquillero nos indicó que hasta bastante más tarde no había ningún tren que cruzase la frontera, y que nuestra mejor opción era ir a coger un "topo" que cruza la frontera cada diez minutos. La pateada no fue excesivamente larga, lo peor fue que no paró de llover.

Marta: "Al llegar a Hendaya Carlos se dejó en el vagón una bolsa con pastas y agua (dos días y ya perdió dos cosas). Hendaya es un pueblo de mierda donde notas que ya has entrado en Francia porque ya te timan (en un supermercado nos ha salido cada bocata de jamón y queso a 425 pelas)."


Tras comer y reservar plaza en el albergue de La Rochelle (lo tuvo que hacer Carlos porque a Marta le daba alergia hablar en francés por teléfono, nos montamos en un precioso TGV que nos iba a llevar a Bordeaux, que desde un primer momento imaginamos que sería lo mismo que Burdeos, donde cogeríamos otro tren hacia La Rochelle.


Dos notas de Marta en el TGV de Irún a Bordeaux:

  • Creo que como sigamos así vamos a pasarnos 15 días en tren (ya conocemos varios tipos de tren y muchísimas estaciones).
  • Ya me han entendido dos franceses (aunque no ha sido fácil).

En el tren entre Bordeaux y La Rochelle nos sentamos al otro lado del pasillo de un chico que tenía una pinta de "simpático" que no podía con ella. Las niñas se dedicaron a echarle miraditas, sobre todo a sus carnosos labios... El tío tenía una pinta de llamarse Michel que no podía con ella. Al final al llegar a La Rochelle lo perdimos enseguida... las niñas lo sintieron más que Carlos.

Por ahora que sólo llevamos 7 horas en Francia hemos sacado las siguientes conclusiones:

  • El café es carísimo: 12 FF (= 300 Ptas.).
  • El TGV lo hay que reservar.
  • Los trenes de la SNCF son asquerosamente puntuales.
  • Los franceses son unos hijos de puta por quemarnos los camiones.


Al llegar nos costó mucho encontrar el albergue, pero gracias al pequeño plano que se había currado Carlos antes de salir pudimos encontrar el camino. La pateada hasta llegar al albergue fué importante, incluso nos salimos del mapa y tuvimos que guiarnos por la señalización en la carretera.


Tras dejar las cosas en el albergue, donde por cierto nos trataron bastante bien, nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad cámara en mano. Hacía un poquito de fresco, pero todo el mundo iba en mangas de camisa o de chaqueta fina; claro, para nosotros que veníamos de la paradisíaca y tropical España hacía frío.


Lo primero de todo era comer, y en cuanto llegamos al centro de la ciudad nos pusimos a ello. Mientras comíamos un bocata de beicon en un banco del puerto María se dio cuenta de que el flash se había calentado mucho, incluso quemaba; el plástico de las pilas se había fundido y por un momento llegamos a pensar que se había estropeado, menos mal que no fue así, y media hora después ya volvía a funcionar.


Paseamos por el centro de la ciudad sacándonos fotos a diestro y siniestro. Cuando oscureció iluminaron las torres y la vista del puerto que ya de por si era bonita mejoró. Andar por las calles era guay, si no fuese por las terrazas, la vestimenta de la gente y algún otro coche nos parecería estar un siglo atrás. Si toda Francia es tan bonita habrá que repetir algún día.


Por la noche, a eso de las 12:00 nos tomamos una coca-cola en una terraza de las del puerto con vistas a las torres que por supuesto estaban iluminadas. Por cierto, según Marta había un camarero "muy simpático" (cosa que dijo como una mera observación). Después nos fuimos hacia el albergue, un paseo... con discusión incluida entre Carlos y María sobre donde había que coger el bus para ir a la estación a la mañana siguiente.


María, como siempre, se encontró a un conocido de Noya... ya lo contará ella un día de estos.

martes, 1 de julio de 1997

Santiago de Compostela - Bilbao

Como habíamos quedado, nos reunimos todos en la estación a las 8 de la mañana para comprar los billetes e iniciar nuestro viaje. En la estación aparecieron Lucía y Pili, las cuales nos fueron a despedir y dar ánimos para el viaje con una sonrisa de oreja a oreja, no se sabe si por el perdernos de vista quince días, si por sus recién iniciadas vacaciones o algún otro motivo etílico-desconocido.

Al final tuvimos que cotizar como campeones el billete entero entre Santiago y la frontera, en nuestro caso Bilbao. Por suerte para Carlos, él tenía el carné joven, que le libró de un taleguete. Por el contrario María y Marta tuvieron que pagar el billete entero, porque como les dijeron unos días antes: "el carné joven no os va a servir para nada". El billete-man de la estación por encima nos puteó, pues nos colocó en compartimentos diferentes.


Nos encaminamos hacia los andenes de la estación de Santiago y tras comprar el Vale, el Jueves, y La Voz nos subimos al tren. Al final conseguimos partir con la ilusión de adquirir una grande y libre... (perdón, es que a veces me pierdo), ...una grande, grata y enriquecedora experiencia en la vida (a base de: ¡¡¡pulir pasta!!!).

Al poco tiempo de partir de Santiago comenzamos a leer las revistas que habíamos comprado no sin antes hacernos un par de fotos que servirían como "el antes". Gracias al Vale nos enteramos de que los tres estábamos regidos por Mercurio (siempre quisimos estar regidos por Mercurio) Incluso Carlos se llegó a preguntar si estar regido por Mercurio serviría de algo en Francia. Mientras leíamos el tramo entre Santiago y Orense se nos hizo muy corto.

En Monforte de Lemos el tren paró quince minutos para cambiar la máquina, tiempo que aprovechamos para tomarnos un café gigante ¡¡por 150 pelas!! ¡¡Más caro que el Playa!! La verdad es que ya nos iban acostumbrando a lo que luego iba a ser Francia.

Carlos: "Estamos llegando a Astorga, María tiene hambre y Marta también. Yo Carlos haré lo que pueda... y más [...] Hemos terminado de (burp -cerdo- - perdón-) comer y estamos en León (por cierto, hay calles y semáforos y tiendas) pero ¡es muy FEO! Ahora que ya hemos comido nos vamos a tomar un café y pagarlo a precio de oro."

 


Hemos sacado una conclusión sobre Castilla: ES PLANA. La conclusión la hemos sacado tras una larga discusión de 10 segundos. En Sahagún vimos la estación, de la cual dice Marta que: "Tiene su gracia, tiene su "aquel", es una estación de mierda, pero la tiene".

El resto del viaje lo hemos dedicado a jugar a las películas y al veo-veo aunque al final dejamos de jugar porque resultaba monótono que siempre ganase Carlos. (Marta y Maria no están de acuerdo con esto, pero... ¿que coño sabrán ellas?).


Tras llegar a Bilbao, Marta y María se fueron a casa de unos amigos de Marta y Carlos se fue a casa de sus tíos para lo que cogió el metro. "El metro de Bilbao está tremendo, se nota que es nuevo. Ya tendrá tiempo de llenarse de drogatas, mendigos y demás elementos y pasará a ser un metro como los demás, osea un asco".

Las niñas fueron a cenar a Zamudio, al lado de donde curraba Cosme Delclaux. Vieron la tienda de los padres de Miss España, el Teatro Arriaga y el Palacio de la Música (en construcción). Todos vimos el museo Guggenheim, que es una comedura de tarro de padre y señor mío, la Universidad de Deusto, y la catedral: San Mamés.


Carlos : "Es por la noche y me han mandado a la mierda los del albergue de Ámsterdam donde intenté reservar. ¡¡QUE CABRONES!! Tengo la extraña sensación de que o dormimos en la calle o sinó a cubierto sólo podremos ir a la cárcel (suponiendo que seamos capaces de armarla lo suficientemente grande. En resumen vamos totalmente de culo."