lunes, 7 de julio de 1997

Brujas

El segundo día en Brujas fue más de lo mismo, osea, patear como bestias, unas coca-colas en una terraza por la mañana, y una visita por el súper y el estanco, donde compramos tabaco de liar ya que las reservas se terminaban, una poderosísima siesta de 3 horas, en la que nos sumimos en un profundo estado comatoso y otra sesión de pateo con su rato en una terraza, por supuesto.

Mientras tomábamos un batido en la terraza de una especie de McDonalds, comenzamos a oír a los lejos unos extraños gritos: "Polisí, polisí" y a los pocos segundos apareció un tipo vestido con una chaqueta roja de punto y unos vaqueros negros. Detrás de él corría otro tío de pantalón blanco y camisa amarilla, que cuando estuvo lo suficientemente cerca le puso la zancadilla, así a la remanguillé y comenzó a leches con él. No fueron una o dos, fue un amplísimo surtido de puñetazos, cachetes, torazos, patadas y pisotones, vamos que le debió dejar la cara como un autentico mapa.

El italiano que teníamos en la mesa de al lado lo describió de la mejor manera posible: "Un expectácolo della violenzia di Brujas, gratis", ¡¡Vaya leches le dio!! Tras ese "divertido" incidente, nos volvimos para el albergue y nos acostamos pues al día siguiente partíamos para... ¡Ámsterdam!.

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