domingo, 13 de julio de 1997

Paris (II)

El domingo nos tocó un día de tute salvajísimo. Visitamos el Louvre, por fuera, por supuesto, pues entrar era la autentica locura. El edificio es más grande aún, es decir, todo lo que uno se puede imaginar ¿no? ¡Pues no!, es más grande aún. Por cierto me pregunto quién sería el gilipollas que tuvo la idea de encasquetar una pirámide de cristal en el medio. ¡¡Queda precioso!!

Nos dedicamos a patear alrededor de las fuentes, ya que a pesar del intenso calor que hacía corria una ligera brisa, y esta hacía que los chorros de agua se salieran de las fuentes y con un poco de suerte te salpicasen. Por supuesto nos pusimos en el lugar apropiado en el momento apropiado para podernos refrescar, aunque hubo quien se pasó, pero como a estas alturas de este texto ya os lo imaginareis no vamos a dar nombres, ya tiene ÉL, bastante con lo suyo.

Desde ahí sólo quedaban seis kilometritos de nada de camino hasta el Arco del Triunfo, pero nada, en diez minutos estábamos allí. De camino vimos el obelisco, que como no, no es francés sino egipcio (en París la mitad de las cosas son regalos de otros países o chorizadas a otros países naturalmente)

También vimos el guardamuebles real, que por cierto, fijo que les quedaba un poco grande... total, para 5 o 6 sillitas de tijera, 2 supletorias y la rulot para el verano.... ¡¡¡si es que lo hacía todo a lo béstia!!!

Tras llegar al Arco del Triunfo pillamos el metro hacia Montmartre, donde en la subida nos metimos unos bocatazos para recobrar fuerzas y continuamos la ascensión. Casi al llegar a la cima nos paramos a oir a unos macarretas guitarreados que por no tener no tenían ni gorra para pasar pues se la pidieron a María... menudos jetas.

Entramos en la Iglesia del Sagrado Corazón que por fuera es bonita, pero por dentro no es nada del otro mundo... osea, por fuera mola, pero por dentro es una pastel.

Las calles que rodeaban la iglesia estaban llenas de dibujantes, pintores, caricaturistas, mimos... todo muy chulo, aunque sobraban 800 o 900 turistas de mierda que estaban dando la paliza.

Nos sentamos en una terraza a ver como pintaba un pavo, que luego descubrimos que era catalán.

Carlos: “Yo hablé con él”.

También estuvimos viendo como hacían retratos y caricaturas, en especial una de una niña con una cara de pilla que no podía con ella.

Luego vino el consabido paseo con la correspondiente selección de camisetas y paridas para regalar a los seres queridos...

Al bajar vimos más mimos y cantantes y nos fuimos a ver la Madeleine (o como coño se diga, porque leer leen Madlein). A Marta le costó bastante que la taquillera le diese un billete de metro para la Madeleine y es que al parecer Marta no lo pronunciaba demasiado bien... Detrás en segunda línea Carlos parecía una olla a presión a punto de estallar y María se reía. Cuando Marta consiguió hacerse entender, rápidamente Carlos con los ojos inyectado en sangre se acercó a la ventanilla y con un tono firme de “O me entiendes o te desmonto el chiringuito” dijo: “Un billetuá pur la Madelein” cosa que la chica entendió al instante. Detrás Marta y María se reían.

Desde la Madeleine pateamos hasta la Ópera y luego bajamos hacia el Obelisco atravesando la Place Vendom o algo así, donde vimos tiendas de esas guays de Cartier y de Rolex, y desde la cual fuimos hasta el obelisco pasando por la calle de las tiendas, por cierto vimos en la tienda de Chanel un conjunto monísimo de 15.000 francos.

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