lunes, 14 de julio de 1997

Paris (III)

Este era el día que Magggte había escogido para visitar Versalles. La verdad es que lo escogió de p.m. ya que era el único dia de los que estuvimos en Paris en el que no se podía visitar el interior del palacio, aunque la verdad es que aunque hubiese sido posible no creo que hubiésemos podido permitírnoslo ya que en ese momento nuestra economía era ¡¡escandalosamente ruinosa!!

Cogimos el RER donde siempre, y nos chupamos toda la línea 4 desde Athis Mons hasta Versalles lo que supuso alrededor de 45 minutos. Una vez allí comenzó la pateada. Desde la verja principal había una buena pateada hasta llegar al palacio, el trayecto era en pendiente ascendente, lo que hacía que te sintieses más pequeño frente al palacio. Pero lo más impresionante fue la visión de los jardines y el estanque desde la parte trasera del palacio: Parecía que el estanque no se acabase nunca, era algo impresionante.

Llegados a este punto Magrgrgrte prescindió de la guía y nos pusimos a patear los jardines a nuestra bola y así llegamos al Grand Trianon, osea, la casa de la querida del rey (seguro que era un putero). Luego vimos el Petit Trianon, que efectivamente era un poco más petit que el Grand Trianon.

Tras rellenar la botella de agua en un grifo nos fuimos al centro del estanque, pero en la orilla por supuesto, y nos tiramos en el césped para jalarnos los bocatas que nos habíamos encargado de preparar para comer allí.

Una vez hubimos comido el contacto extremos con la naturaleza nos llamaba, por lo que nos tiramos sobre el césped a dormir una siestecilla: sí, ese gran invento español que hicimos en tierras paganas de gabachos de mierda (estábamos hartos de ellos).

Carlos súbitamente se levantó y echó a correr escapando de una avispa... les tiene MUCHO miedo. Y acabó en el bordillo de piedra del estanque metiendo la bota en el estanque para comprobar si era verdad eso de que no les entra agua aún sumergidas... "Que guay, no me mojo los pies... Uy... me pasé"

Una vez quedamos hartos de naturaleza Marta decidió que se quería dar un baño en el estanque y frente a la presencia de dos gendarmes Carlos y María intentaron persuadirla de que no se bañase, pero no hizo demasiado caso. Por suerte Carlos estuvo rápido de reflejos y consiguió agarrarla en el momento en que iba a zambullirse al estilo hombre-rana.

Tras el intento frustrado de Marta por bañarse pusimos rumbo hacia Paris de nuevo para ver por dentro Notre Damme, y la zona del Centro Georges Pompidou. Cogimos el RER para llegarnos hasta la estación de Saint Michel.

Al tardar tanto en llegar nos quedamos dormidísimos y por suerte, luego se vio que fue mala suerte, Carlos despertó poco antes de que el tren se fuese de esta estación; el caso es que nos bajamos del tren a la carrera y cuando estábamos a punto de salir al exterior... ¡zas! Marta se dio cuenta de que se había olvidado la riñonera en el tren... Sí que la habíamos jodido bien. Nos dio un considerable bajón a los tres, y hay que decir que a pesar de que no consiguieron encontrarla las funcionarias de la estación de Saint Michel de la linea C del RER de Paris se portaron muy bien diciéndonos todas las posibles soluciones a adoptar. ¡¡3 HURRAS POR ELLAS!!

Hubo que hacer de tripas corazón aunque a Marta le costó un poquillo. Todo fue a mejor cuando Carlos comenzó a decir tonterías camino de Notre Dame. Incluso Marta renunció a guiar... cosa de la que Carlos se alegró mucho, para guiar él y recorrer "atajillos" mientras que María le suplicaba a Marta que se recuperase para que no guiase Carlos.

Entramos en Notre Dame, que por dentro no es para tanto, y salimos rápidamente. Luego caminamos hacia el Centro Pompidou pasando por delante del "Hotel de La Ville", que no es que sea un hotel público ni nada de eso, es más ni siquiera es un hotel, se trataba del Ayuntamiento, que por cierto estaba engalanado con banderitas francesas (supongo que porque estábamos en Francia): Carlos: "Que bonito sería que todas fuesen españolas... Paris conquistado y arrasado por una legión de 50.000 Alfredos Landa".

Vimos desde lejos el Centro Pompidou y a Carlos en un principio le pareció sencillamente feo, pero al acercarse pudo afirmar categóricamente que le resultaba espantoso. Matamos allí una horita viendo unos espectáculos callejeros de esos. Unos tíos se dedicaban a interpretar bailando una especie de representación en la que dos colegas se peleaban y luego uno se moría o algo así. Fue chulisimo. Marta y María se fijaron especialmente en uno de los bailarines, e incluso una de las dos comentó algo parecido a: "A ver si se gira y le vemos el culo".

Se acercaba la hora de los fuegos artificiales, por lo que tuvimos que ponernos en marcha hacia el Trocadero, pero primero pasamos por un estanco, era inevitable, y un McDonalds del Boulevard St. Germain para llenar el buche por unos económicos 30 francos cada uno. Estábamos puliendo nuestros últimos francos.

Nos situamos a la derecha de la Torre Eiffel mirando hacia el Trocadero, en los jardines que dan al Sena y allí nos sentamos esperando por el espectáculo. La verdad, para que negarlo es que no vimos mucho del castillo de fuego, ya que los árboles nos tapaban bastante, pero aún así tuvo que ser la releche. Lo que sí vimos fueron todos los cohetes, que menos los del final que eran rojo, blanco y azul todos eran chulisimos.Una vez acabó todo nos montamos en un RER y para el albergue a dormir para estar fresquitos para el que iba a ser nuestro último día fuera de España.

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