viernes, 4 de julio de 1997

Reims - Estrasburgo

Por la mañana, antes de partir de Reims entramos en la catedral, cuyas vidrieras son alucinantes. La catedral, más que una catedral parecía una sala para turistas. Las esculturas de la fachada eran impresionantes. El camarero del día anterior nos dijo que los sábados había un espectáculo de luces en la catedral, lástima que no pudiésemos estar para verlo.

Tras la visita a la catedral pusimos rumbo a Estrasburgo, y que suerte, teníamos que parar una hora en Epernay. El trayecto hasta Epernay fue brevisimo, Carlos no tuvo tiempo ni de dormirse.

Marta: "¡Vaya mierda de pueblo! Aunque por lo menos hemos comido "barato", me parece que el camarero de Reims no tiene ni puta idea"

En el trayecto de Epernay a Estrasburgo todos intentamos dormir sin poner los pies en el asiento de enfrente para ahorrarnos la talegada de multa, aunque siempre podíamos acogernos al derecho al primer aviso.

Carlos estuvo hablando con un chico militar que iba a Nancy a no se qué de una banda de música, y que fumaba unos Chesterfield ¿¿de caja marrón?? El tío estuvo intentando mantener una conversación, pero ni su inglés era inteligible para Carlos ni el de Carlos era inteligible para él.

Carlos: "Una de las pocas cosas que le entendí fue una pregunta referente a Maria y Marta: me pregunto que si ¿¿¿eran mis mujeres??? No se exactamente a que se refería pero por si acaso le contesté que algo parecido a un sí"

Cada día que pasaba nos íbamos cansando más del tren, pero la cosa se iba compensando al ver las ciudades y con alguna que otra satisfacción personal, como el ganar una partidita de tute entre ciudad y ciudad...

Estrasburgo nos pareció enorme al llegar, la plaza a la que se sale desde la estación es realmente inmensa. Tuvimos que pegarnos la gran pateada para encontrar el bus que nos llevase al albergue. Por cierto el albergue nos pareció un timo, 99 francos (hasta ahora no habíamos pagado más de 75) por una habitación muchísimo peor que las de los anteriores. Después de pagar los 99 FF y ver la ful de habitasuá que nos dieron nos dió un pequeño bajón, pero lo solucionamos poniéndonos a rajar de los franceses, sobre todo Carlois, que se puso eléctrico: Primero fue lo raro que hablen, luego lo hartos que estábamos del "merci", hasta pusimos a parir al camarero tan "simpático" que nos mando a ese albergue de mierda y nos dijo que Epernay era bonito.

Maria: "Menos mal que mañana salimos de este pais donde todo es carisimo y que sólo tiene gente que habla raro y sólo piensa en llegar puntual a los sitios... y además no se puede FUMER en ningún sitio."

Por la noche nos volvimos al centro en bus (debemos haber sido los únicos matados que lo pagamos porque todo el mundo entraba por la puerta de atrás). Al llegar al centro nos dedicamos a preparar los siguientes días a base de reservar plazas en albergues de Bruselas, Brujas y Luxemburgo. Con el teléfono en la mano Carlos comenzó a hacer el tonto a lo que María y Marta correspondieron educadamente con unas risas.

Al ser de noche no pudimos apreciar muchas cosas de las que vimos, como por ejemplo la catedral, pues apenas estaba iluminada. Las calles del centro parecían más de una ciudad alemana que de una francesa. Nos comimos un helado enorme (ya tenía que serlo por 15 francos) pero estaba buenísimo. Tras pasear por la zona de la catedral, ver la Plaza Kleber fuimos a ver una iglesia (gótico alemán por supuesto) y nos encontramos un coche francés con una pegatina como la de ahí abajo (I love Galicia). Naturalmente nos hicimos una foto con el coche.

Maria: "Vimos la catedral, unas casas muy bonitas, que parecían alemanas en lugar de francesas, un tranvia muy chulo, y todo tipo de personajes"

Cuando estábamos esperando el bus (que por supuesto como cívicos pardillos pagamos otra vez) había un mogollón de gente (...muy rara) Había una señora sentada delante de María y Marta que estaba con un niño, y en la parada se bajó del pus para hablar con una amiga que pasaba por la calle dejando a los enanos dentro del bus (¿y si se le hubiese escapado el bus?). Luego se subió mucha gente, sobre todo jóvenes, entre ls que destacaba el mayor gilipollas que hasta entonces nos habíamos encontrado. El muy cretino iba vestido con unos pantalones militares y una camisa que decía "U.S. ARMY" y que tenía toda plagada de insignias Nazis que para el caso no iban ni cosidas, iban agarradas con imperdibles ¿cómo se entiende eso? pues eso, que era gilipollas. Pero lo mejor de todo era el pelo, parecía como si hubiese metido los dedos en el enchufe, que aunque parezca una comparación exagerada no lo es en absoluto.

Para llegar al albergue había que pasar por un túnel bajo la vía del tren, donde coincidimos con toda la tropa del bus. Al aparecer repentinamente un coche todo el mundo se puso a chillar... Menudos imbéciles... si hubiesen visto una peli de Manolo Escobar seguro que no chillaban.

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