miércoles, 9 de julio de 1997

Amsterdam (I)

Nada más levantarnos cogimos las cosas y piramos del hotel a toda pastilla para trasladamos al albergue, donde por llegar antes de la hora tuvimos que esperar hasta que nos dieron una habitación. Una vez acomodados allí nos fuimos al museo Van Gogh, por supuesto en tranvía, naturalmente fardando del título de transporte... había que sacarle jugo a la pasta que habíamos invertido en él.

Cogimos el tranvía 20 y nos fuimos al Van Gogh Museum, que nos costó 12,50 gildes de esos, donde debimos echar por lo menos un par de horas admirando sus pinturas mientras nos acordábamos de Mónica y de lo que ella disfrutaría viendo el museo. Tras ver todo el museo, nos metimos en la tienda de este, donde decidimos comprarle a Mónica una postal de una reproducción de un cuadro de Van Gogh.

Tras ver el museo salimos y nos metimos en un tranvía y bajamos en algún punto indeterminado de la ciudad en el que había un Burger King, era el único establecimiento de comida rápida que nos faltaba por probar, y luego para el albergue a descansar un ratito para luego ir a ver el estadio del Ajax, que la verdad es que es impresionante. Por cierto, el metro de Ámsterdam también debe ser gratis como el de Bruselas ya que nadie paga.

Lo mejor del día fue a partir de que bajamos un rato después de cenar. Nos volvimos a encontrar a "la gente de Vitoria" y allí nos quedamos un buen rato de charla. Charlando nos recomendaron ir a ver la Casa de Ana Frank, ya que a Raquel y a Olivia les impresionó muchísimo. Al cabo de un rato apareció Rocky Balboa: pantalón corto, cabezón, gorro negro de lana, pelo largo y por supuesto la boca torcida... era clavadito clavadito.

Más tarde apareció un puto yanqui, que según él era de cerca de San Francisco, su madre había trabajado un año en Madrid y trabajaba en un restaurante donde las cartas estaban en español y en inglés... osea que no coló lo que nos dijo de que no tenía ni papa de español. El tío estaba total y absolutamente flipado, no paraba de repetir intercalándolo con su risa estúpida: "All the world is stoned", "this city is fun" y demás lerdeces.

Detrás de donde estábamos sentados había un tío realmente auténtico. Estaba totalmente a su bola, con unos cascos, que parecían de un estudio de grabación, oyendo música clásica y fumando marihuana. El tío además tenía una luz roja parpadeante colgada de la espalda... era la auténtica coña. Pero lo mejor todo fue cuando repentinamente sacó la cámara de fotos del bolsillo y se la puso en la cara a Marta y ¡zas! la dejo ciega... bueno y a la vez le sacó una foto. Luego sacó otra a todo el grupo, tras lo que le dimos una dirección para que nos las enviase (falsa por supuesto). Él nos dio la suya, sólo la letra ya es indicativo de lo pirado que estaba el tío. Mientras el puto yanqui seguía dando la paliza con chistes malos y estúpidos nosotros nos reíamos de él, lo mejor de todo fue cuando una de las chicas de Vitoria le preguntó si era o había sido Boy-Scout. Al final el tío se cansó de ser nuestra fuente de diversión, se levantó y se dedicó a intentar robar una bicicleta. ¡Un cretino vamos!

Un ratitio más tarde nos tocó el clásico gilipollas de esos de "Esta es mi ciudad y aquí mando yo" Que tras increparnos nos preguntó que de donde éramos y qué idioma hablábamos, a lo que alguien dijo "Euskera" tras lo que el cretino contestó "Oh, turistas estúpidos" y se fue. Un poco más tarde conseguimos deshacernos definitivamente del yanqui y seguimos hablando hasta que nos fuimos a enpiltrar.

En resumen: Ámsterdam es una ciudad muy rara, vimos de todo: putas en los escaparates, una carta de drogas en un coffe-shop, sex-shops por todas partes, gente por la calle con unas sonrisas de oreja a oreja, un tío que cantaba que era una pasada en mitad de la calle, unos rusos cantando y bailando y unos saltinbanquis... de todo vamos.

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