martes, 15 de julio de 1997

París - Irún

Nada más levantarnos piramos para el centro de Paris después de recoger todos los trastos y dejarlos en el almacén del albergue, ya que debíamos dejar libres las habitaciones. Como no Carlos tuvo que dar la nota y se dedicó a chorizar tarrinas de mermelada que luego no sería capaz de comer en el desayuno y que naturalmente metió en su mochila.

Como todos los días pillamos el RER hasta la estación de Austerlitz a pesar de que nuestra intención era llegar hasta Saint Michel para desde allí visitar el Barrio Latino y el Palacio de Luxemburgo.

La razón para esta parada previa era que el túnel por el que debía pasar el tren estaba en obras, por lo que nos teníamos que bajar en esa estación y coger un bus gratuito hasta Saint Michel, donde nos queríamos bajar nosotros, o hasta Invalides que es donde se retomaba el tren.

Mientras viajábamos dentro del bus Carlos se fijó en un titular del periódico Le Monde, que llevaba un parisino, y que rezaba algo parecido a "España llora por sus mártires". Tras leerlo se lo dijo a María y a Marta y los tres quedaron intrigados y preocupados a la vez.

Tras bajarnos del bus comenzamos viendo las librerías que había en la calle, en donde de haber tenido pelas, o mejor dicho francos hubiésemos comprado alguno que otro, especialmente las niñas ya que había muchos libros de arquitectura a muy buenos precios.

María llamó a casa para informar de que ese día pensábamos volver y que llegaríamos el 16 por la noche a Santiago, y aprovechó para preguntar acerca del significado del titular que Carlos había leído y tras saberlos nos quedamos muy impresionados por lo sucedido.

Seguimos pateando, y tras pararnos un rato junto a un edificio de piedra Carlos: el despejadísimo e inteligente guía se dio cuenta de que era La Sorbona, es decir la Universidad de Paris. Tras eso recurrió a la guía de Paris y nos conseguimos enterar que estábamos en el pleno centro del barrio latino de Paris, ese que Marta no había conocido en su visita anterior, y que por lo visto del que tampoco tenía mucha idea acerca de lo que era.

Tras la visita de la universidad y sus alrededores vimos el Pantheon, en el que por supuesto se cobraba por entrar, razón de más para no entrar. Ya casi habíamos visto todo lo que podíamos ver por la mañana sin tener que gastar un duro, por lo que pusimos rumbo hacia el palacio de Luxemburgo y nos dedicamos a pasear por sus jardines, viendo como los enanos Parisinos (futuros gabachos hijos de la gran zorra) se dedicaban a darle de comer a los peces del estanque o jugar con unas maquetas de veleros.

Durante toda la mañana María, y especialmente Marta se dedicaron a hacerle preguntas de todo tipo a Carlos para vengarse de todas las que él había hecho durante los días anteriores. La diferencia es que Carlos las contestaba sin demora, con una seguridad impresionante y sin cometer un solo error, mientras que ellas, durante los días anteriores las contestaban entre balbuceos de dudas y mediante frases tremendamente ambiguas o carentes de toda corrección gramatical.

Decidimos volver hacia el albergue para comer cuando los repetitivos "Tengo hambre" de Carlos se hicieron inaguantables. De camino hacia el bus nos paramos en un supermercado para hacer unas últimas compras, es decir, comida, y algo para el tren durante el viaje de regreso a casa.

Marta y María casi no consiguieron evitar que Carlos le hincase el diente a la barra de pan que habíamos comprado, al menos hasta llegar al albergue, donde dimos buena cuenta de ella en breves instantes.

Nada más llegar al albergue vino la encargada de este a hablar con Marta y ¡¡le dio su riñonera!!, que alguien había encontrado en el tren y supuso que estaríamos en ese albergue. ¡¡QUE FLIPE!! Por supuesto faltaban los francos, pero todo lo demás había aparecido. ¡¡QUE POTRA!!

Tras la comida vino la correspondiente siesta de rigor, tras la cual, ya con más calma recogimos todo y nos fuimos hacia la estación de Austerlitz desde donde partiríamos hacia España.

En la estación conocimos una chica Argentina que iba a pasar unos días a España, donde quería visitar Sevilla, Madrid, Barcelona, ciudades por las que nos preguntó. Entre todos le hicimos unos esquemas de Barcelona y Madrid indicándole las cosas que podía visitar y todo eso y los trenes que debía tomar. Charlamos de todo, desde lo del atentado hasta de fútbol, y poco antes de subirnos al tren nos dependimos de ella.

Subimos al tren, donde vimos, o más bien vio Carlos a un chico que decía él que se parecía a Ventura y nada más salir de la estación nos pusimos los tres en postura de "Dormir hasta Irún", no sin antes comer un poquito: Carlos se comió las mermeladas que había pillado a la mañana.

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