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domingo, 6 de julio de 1997

Bruselas - Brujas

Nos levantamos como todos los días bastante temprano, alrededor de las 7'30. Bajamos bien a desayunar y nos fuimos para recepción para pagar, y fue allí donde nos encontramos las primeras personas de habla hispana que vimos en todo el viaje, sin contar los andinos por supuesto. Eran unos estudiantes de arquitectura argentinos que eran muy majos.



Carlos: "Además una de las argentinas estaba de toma pan y moja".

Al pagar las habitaciones Carlos preguntó hacia donde quedaba el Atomium y le indicaron que había que coger el metro en "Graaf Van Vlaanderen" que es lo mismo que "Comte de Flandre", osea Conde de Flandes (estos belgas lo hacen más difícil aún) y bajarse al final de la línea 1A.

Y eso hicimos nos fuimos a coger el metro, que por cierto, esta vez sí pagamos (el revisór nos puso la típica cara de "¡Turistas!" al ver que pagábamos) y nos fuimos hasta la parada "Stadion" o "Stade" es decir, Estadio, donde al llegar ya pudimos ver el Atomium desde el propio metro. La verdad es que el Atomium nos decepcionó a los tres pues esperábamos que fuese bastante más grande; la verdad es que eren varias pelotas unidas con unos tubos de mierda. Aquello fue la gota que colmó el vaso. Los tres pensamos a la vez: "Vámonos de esta ciudad de mierda" y nos cogimos el metro (esta vez gratis) para irnos a la estación "Centraal", "Centrale" o como coño se diga.


Teníamos unas ganas locas de pirarnos de esa mierda de ciudad. ¿Qué se puede esperar de una ciudad en la que se adora a un enano del tamaño de un barriguitas meando como un campeón?. Por cierto, debimos de dar 3219 vueltas alrededor del churumbel y no lo llegamos a ver.

Carlos: "La verdad es que a mi me la trae floja ver al meón aquel"

Una vez allí y tras recorrer unos cuantos túneles y volvernos locos mirando horarios en un idioma que aún ahora no sabríamos identificar demasiado bien conseguimos subirnos a un tren hacia Brujas.

En el tren coincidimos con dos matrimonios, uno de los cuales eran españoles del todo, y el otro parecía ser un matrimonio que emigró a Bélgica hace años ya que tenían acento belga pero se desenvolvían demasiado bien en castellano como para ser belgas.

Cuando llegamos a Brujas, nos dirigíamos a un banco (de sentarse, ya que los otros casi no existen en Bélgica) y apareció un tío que nos preguntó si éramos españoles. Nos había identificado por la gorra de Carlisuá -JB-, sus palabras concretamente fueron: "Otro jodido borracho. Sois españoles ¿no?". Luego nos confesó que lo único que le había despistado un poco fue Vichisuà ya que pensaba si sería alemana (si una de esas guarras de mierda que no se lavan).

Desde allí nos fuimos todos juntos al "Auberge de Jeneusse" (nombre estúpido para un albergue ¿no?), que estaba chapado hasta una hora después. El chico que conocimos se llamaba Jose Luis, y era de Madrizzz. Mientras esperábamos aparecieron otras dos chicas que por supuesto también eran de Madrizzzzzzzzz. (¡¡Queríamos ver españoles que no fuesen de Madrid!!).



Poco después estábamos los seis hablando de donde habíamos estado, lo que más nos había gustado hasta entonces y todo eso. La verdad es que la hora que teníamos que esperar a que abriese el albergue se nos hizo muy corta, y tras abrir nos cogimos los trastos , nos registramos y nos fuimos para nuestra chambre a dejar los trastos. El albergue era flipante, este sí que era el mejor con diferencia. La habitación tenía terraza, e incluso baño dentro de la propia habitación. Además el edificio donde estábamos era "Guachi de La Estrada".



Tras dejar los petates en la habitasuá, nos fuimos al centro a comer (en una especie de McDonald's). Carlos agarró el mapa y no lo soltó en todo el día. Después de comer y tomarse un cafecito, en una terraza por supuesto, comenzó la pateada, que supuso unos 5 o 6 km ya que nos hicimos todas las rutas que venían en el mapa que tan amablemente nos regalaron en el albergue a cambio de 50 BEF 50*5=250 pelas), ¡¡Que majos!!.



María: "Guiaba Carluàs (con eso digo todo, menuda pateada), pero nos gustó muchisimo"


Brujas es "la ciudad dormida". Era una gozada pasearse tranquilamente por los canales. Además, lo guay es que nos íbamos a quedar dos nochisuás, y no hacía falta andar con prisas. La ciudad estaba llena de descapotables, coches de caballos para turistas acaudalados, barcos, chocolaterías, de motos y de puentes (los que vimos casi todos buscando desesperadamente los puñeteros leones de Carlisuá, que al final no encontramos).



Tras el profundo cansancio que acumulamos ese día debido a la caminata, nos fuimos al albergue totalmente rendidos y tras cenar un sandwich mixto en la cafetería subimos al primer piso, donde en una sala conocimos más gente que hablase español. Conocimos a Gorka, Olivia y Raquel de Vitoria, a una chica Mejicana y a dos hermanas de Argentina. Allí los diez (también estaba José Luis) pasamos un buen rato charlando y contando historias cada uno de su ciudad o país aunque lo más divertido fue rajar de los koreanos y japoneses. Aprendimos la diferencia entre ahora y ahorita (cosa que seguro que nos será útil tarde o temprano), y nos explicaron la impresión acerca de la juventud española que se llevaban las hermanas argentinas y la chica mejicana: que éramos alcohólicos. Estuvimos hasta las tres de la mañana de palique. Poco antes de irnos apareció por allí el camarerisuá de la cafeta del albergue, que sabía español (aparte de francés, flamenco, alemán, japonés, inglés, italiano, catalán). Nos contó que había vivido 10 años en España, conocía Galicia (la comida), hasta sabía hablar en catalán y conocía los equipos de Madrid incluido el Rayo.

sábado, 5 de julio de 1997

Estrasburgo - Bruselas

Hay que reconocer que el desayuno sí era de cuatro arbolitos, es decir, sí estaba acorde con el precio de la noche en el albergue. Cereales con leche, taza de xocolé (mira que es fácil escribirlo así, como tiene que ser, y no la mierda esa de Chocolait).

Carlos: "Yo me puse como el quico."

Tras el papeo nos fuimos a patear la "ville" con las mochisoirs a la chepa, por cierto a medida que pasaban los días cada vez nos pesaban menos, poco a poco comenzaban a ser parte nuestra, no llegamos a saber si era porque nos estábamos poniendo cachas, porque se nos habían atrofiado los nervios del dolor, o porque nos la sudaba cada vez más todo.

Cogimos el bus y continuando con nuestra racha de pardillez lo volvimos a pagar; nos bajamos en Sta Margaride (aunque para el lector supongo que este dato no le servirá para nada si no ha estado en Strasbourg, para un gilipuá, Estrasburgo para alguien normal) y desde allí bordeamos el centro de la ciudad bordeando el río y adentrándonos en el barrio de la Petite France, que no llegamos a comprender el porque de ese nombre, pues todas las casas parecen alemanas. Los franceses a parte de escribir las palabras como les sale del culo, les ponen nombres incongruentes a sus barrios.

El recorrido era precioso, la Petite France parecía el pueblo de "La Bella y la Bestia". Nos compramos unas postales y unos dibujos preciosos y continuamos con la pateada. Al final, como no, acabamos en una terraza en la plaza de la catedral, donde unos músicos andinos amenizaban la mañana con sus cantos a cambio de unos francos (nosotros entre los tres les dimos 10'60 FF.).

Eran cuatro o cinco tíos (los cuales por su aspecto no podían negar su procedencia andina) y una chorba cachonda que se limitaba a bailar con un pañuelo rojo en las manos. Dio tantas vueltas sobre si misma que nos pareció raro que no esnafrase y se partiese los piños contra el suelo. Los estuvimos escuchando con atención, pues eran las primeras personas que oíamos en español, aunque fuese cantado, en muchos días.

Carlos: "¡¡Que guay, por fin encontramos a alguien que sabe hablar y no emite gruñidos!!"

Al cabo de un rato tuvieron que dejar de cantar, pues a las 12 del medio día comenzaron a sonar las campanas de la catedral. Por cierto, nos enteramos de que la catedral tiene 142 metros de alto, es decir, tan alta como la Torre Picaso de Madrid. El tañir de las campanas duró quince minutos y la verdad es que era alucinante, se oían de fondo unas campanas graves, y por encima otras más agudas. La verdad es que parecía que la catedral se fuese a caer por la vibración que causaban las campanadas. Al final la verdad es que acabamos hasta los huevois de las campanadas.

Cuando dejaron de tocar las campanas los músicos ya se habían cambiado de sitio, poniéndose mucho más cerca de donde estábamos nosotros y tras tocar alguna que otra canción más se pusieron a pasar una bolsa por las mesas de la terraza. Cuando llegó a nuestra mesa nos dijo "Pour la musique" a lo que Carlos contestó "¿Por la música?" tras lo que el sonrió contestando "¡Amigos!".Le dimos 10'60 francos y le preguntamos si sabían alguna canción española. Un rato después vino el guitarrista del grupo y les cantó un par de canciones a las niñas, mientras los turistas nos sacaban fotos. El tío este en cuestión, el guitarrista, debía estar liado con la cachonda pues las miraba a las niñas mientras les cantaba la canción con una cara de odio de aquí a mañana... (fijo que fue así como la conquistó a ella) ¡¡Qué se joda!!

Lo que quizás más grabado nos quedó de el suceso fue la frase con la que se despidió el chico: "Que les vaya bonito aquí en Estrasburgo".

Nos levantamos de la terraza y nos fuimos a ver la catedral por dentro, con un poco de decepción pues era quizás un poco oscurilla de más.

Tras esto pusimos rumbo hacia un súper, y luego a la estación para marchar a Bruselas. Según salíamos de la plaza volvimos a ver al cretino de las insignias nazis y el uniforme yanqui.

Carlos: "Ojalá lo pillen un par de negros y un par de musulmanes y le dejen la cara como un mapa, y luego que lo coja un mariconazo y le haga un culo nuevo, y si puede ser en una plaza pública y con gradas para que la gente pueda verlo".

El ticket del super era así:


tras el timo seguimos rumbo a las estación. Allí nos dedicamos a llamar a albergues para reservar plaza en Paris, Brujas, Bruselas y Ámsterdam, aunque en esta última ciudad no lo pudimos conseguir. Tras esto fuimos a preguntar si al coger un tren EuroCity había que pagar un suplemento como el del TGV, e igual que en Paris cuando íbamos a RGRAM nos dijeron que nos tirásemos al tren.Tras esto nos sentamos en el suelo del andén (porque no encontramos ningún banco vacío) y nos curramos unos bocatoises del cagarse. Tras el bocata nos pillamos unos capuchinos (realmente asquerosos) en una máquina del andén por la módica cantidad de 5 francos y nos subimos al tren.

En el tren partimos hacia Metz para desde allí seguir hacia Luxemburgo y desde allí continuar por Namur hasta llegar a Bruselas. Las niñas, como de costumbre quedaron fritas en un momento.

Carlos: "Me dejaron tirado teniendo que socializar con una alemana FEA y sin medio diente que me preguntaba si íbamos a Ámsterdam a fumar canutos. Detrás de ella había un gay intentando dormir en una postura un tanto extraña".

Al llegar a Bruselas nos equivocamos de estación y tuvimos que coger un taxisoir para ir al albergue. El albergue hasta ese momento era el mejor en el que habíamos estado, aunque los recepcionistas se pasaban el rato en el bar registrando a gente entre cerveza y cerveza. Tras acomodarnos nos fuimos a dar un rule por la ciudad, Bruselas nos llamaba, y nada hacía presagiar la decepción final.

En resumen se podría decir que la "Grande Place" es un flipe, el resto una mierda. Esos sí, hay que reconocer que el metro de la ciudad es de los más baratos que he visto en mi vida, es gratis, es más, si te paras a comprar el billetuá el revisoir te mira con cara de pensar: "tú eres de fuera y además idiota, ne pa?". Al salir del metro tardamos un poco en orientarnos, pero en seguida conseguimos llegar hasta la catedral, que por cierto estaba en obras, como todas las que vimos hasta entonces.

Las calles estaban cada vez más llenas de gente a medida que nos acercábamos a la puta plaza de mierda. Al entrar todos en un primer momento quedamos impresionados, impresión que duró poco al ver que toda la plaza estaba llena con gradas y no se podía ver prácticamente nada de las "Casas de los Gremios" "¡¡Putos Belgas!!"

Continuamos paseando en busca de un cajero para obtener guita, pero nada, Bruselas es una ciudad sin cajeros ni bancos, sólo hay macarretas con buga de segunda mano y cinta de ABBA regrabada con bakalao chusquero, mendigos pedidores de tabaco y demás gente rara, sucia, baja y deleznable.

Debimos estar buscando un cajero alrededor de 2 horas y al final la encontramos en una esquina de la "Grande Place". Tras esto cumplimos el capricho de Carlos: tomarse una cerveza belga en una terraza de la "Grande Place" de Bruselas, cerveza que salió por 115 BF ( unas 500 pelas ).
Dado que el albergue estaba en una zona realmente chunga, decidimos coger un taxi para volver hasta él y así ahorrarnos problemas, aunque eso trajo consigo la correspondiente clavada.