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jueves, 3 de julio de 1997

La Rochelle - Reims

Nos hemos levantado con el tiempo muy justo para poder recoger el chiringuito y pirar para la estación, pero entre que hemos desayunado despacio y la recepción ha abierto tarde hemos perdido el bus que debería habernos llevado a la estación de trenes, cosa que hace que haya sido más absurda la discusión del día anterior con María.

El desayuno fue más bien escaso porque el asunto nos pillo de novatillos, pillamos cada uno un bollo de pan, un vasito de zumo, una tarrina de mermelada y una especie de cola-cao; el caso es que no sabíamos que si le echabas morro te podías pillar más cosas.

Marta: "...una estupidez de discusión porque total al final lo perdimos con lo que tampoco pudimos coger el primer tren de la mañana y estuvimos dos horas como gilipollas esperando el siguiente. Me parece que nos va a ser imposible acostumbrarnos a esta puntualidad francesa (sólo habíamos llegado 2 minutos tarde a la parada de autobuses). Los gabachos deben flipar en España con la puntualidad de los transportes. Conclusión: son unos pringados que viven cronometrados."



Tras las dos horas que nos pasamos en la estación de La Rochelle mirándonos la cara unos a otros nos subimos en el TGV que debía llevarnos a Paris, donde cogeríamos un tren para Reims. En el tren hacia Paris vimos un Francés loco, pero no loco de esos coñeros, loco de frenopático, de camisa de fuerza, de inyección en la sien... totalmente pirado. El tío estaba protestando por lo caro que es viajar en tren, del gobierno que tienen en Francia y de sabe dios que cosas más. A la media hora de hablar dijo que ya no hablaría nada hasta llegar a Paris... por supuesto mintió.



Maria: "A Marta le sobran las piernas (¡son tan largas! que nos molestan). Está el loco cantando, vamos a aprender otra canción (ya sabemos la de "Puturrú de Fuá").

Ayer me encontré a un Francés (que raro en Francia) que va a Noia, estuvo todo el año pasado. Estuvimos hablando un rato con él, y nos quedamos toda la noche flipados de lo pequeño que es el mundo, y lo que son las coincidencias

Es muy dificil escribir aquí, vamos a 190 km/h. Tengo que dejar de escribir porque vamos a jugar a las cartas... Al final no vamos a jugar a las cartas, porque es mucha CAÑA para Carlos (estamos sólo en el 3er dia)
"

En Paris hubo que ir de una estación a otra, concretamente de Paris-Montparnasse a la estación de Paris-Est, cosa que nos costó ocho franquitos del ala para coger el metro, lo cual por otra parte fue un rollo pues hubo que patear muchísimo y la peña que por allí pululaba era algo chunga.

Carlos: "...se me ha olvidado comprar la postal del Sena. Cuando vuelva a Paris espero que no vuelva a suceder."

En la estación Paris-Est nos enteramos de Reims se pronuncia RGRAMS. ¿Por qué estos gilipollas de franceses escriben una cosa y luego leen lo que les da la gana? (Conclusión: Son unos cretinos). También allí nos jalamos unos bocatas de queso que compramos y a los que les añadimos unas lonchas de jamón que nos habían sobrado de lo que habíamos comprado el día anterior en Hendaya. Marta fue a preguntar si había que pagar algún tipo de suplemento para coger el tren a Reims, y el taquillero le dijo que se tirara al tren.

Nada más subir al tren las niñas pusieron los pies encima del asiento de enfrente, y al pasar el revisor les indicó que no, que los quitasen. Un rato después, ya a medio camino, y con María dormida yo me descalcé y puse los pies en el asiento de enfrente, y Marta hizo lo propio sin descalzarse... al pasar el revisor le calzó una multa de 200 FF ( = 5.000 Ptas.).

Marta: "Yo (Marta) paso de contar lo de la multa que me da muy mal rollo, simplemente haré un breve comentario: Estos hijos de puta franceses me han timado ¡¡5.000 ptas!! por falta de compostura, pero ¿qué sabrán ellos de compostura? si yo siempre estoy correctamente sentada, hay que joderse... Espero que Marcos no se entere de esto porque sino tendré que auantar un año de puteos"


Carlos: "Ya que Magrgrgrte no ha querido explicar lo de la multa lo explicaré yo. Es más, voy a contar sólo la verdad: Al salir de Paris el revisetoir nos dijo que los zapatos en el asiento no. Pese a ello Magrte se quedó sopa con ellos sobre el asiento de enfrente. Al cabo de un rato apareció un "hijo la gran puta" que se puso, como si estuviese en celo a saltar y gritat señalando hacia Magrte. En un primer momento, antes de que Mag...te despertase yo pensé que "vaya forma más gilipollas de ligar que tienen en este país de mierda" pero no era eso, más o menos decía: "Te pillé, te pillé, te pillé, vas a la seño, que te va a meter un paquete que te van a salir canas hasta en la planta del pie.

El caso es que le calzó una multa de 200 francos por poner los pies en el asiento de enfrente "Pied chausses sur banquette apres 1er intervention" Lo más gracioso fué verlo intentando explicarnos en inglés que nos iba a calzar una multa. Decía algo parecido a: "shoes, chair, two thousand francs". Por supuesto Margrte y yo nos mirábamos con cara de "Este tio fijo que s'ha jalao un ajo" pero al final hubo que asumir que había que cotizar la multa.

El "piazo" de bastardo fijo que se inventó la multa al vernos indefensos por no saber rebotarnos en francés. Fijo que el muy gilipolluá proviene de una familia de Nazis, vota a Le Penn y sus familiares del sur queman camiones de fruta españoles.
"

Al llegar a Reims fue cuando se enteró María del suceso de la multa pues mientras todo sucedía ella dormía como un tronco. Salimos de la estación y en seguida nos dimos cuenta de que Reims era una ciudad mucho más grande que La Rochelle.


También en esta ocasión nos vino al pelo el mapita de la ciudad que tenía Carlos (¡que previsor es este chico!) Por suerte esta vez la pateada hasta el albergue fue más corta. Al llegar al albergue nos tuvimos que dividir para dormir, cosa que no supuso ningún trauma (las niñas ya son mayores y no tienen miedo por la noche).


En Reims el tiempo acompañó bastante y tras echarle un vistazo a la catedral nos metimos en un McDonald's ¡¡el primero que vemos en Francia!! donde pudimos comer la misma mierda que en España pero al menos, más o menos al mismo precio.

Tras el "banquete" nos pateamos dos o tres calles más hasta llegar a la plaza de las terrazas (cada minuto que pasaba nos importaba menos el dinero, 12 francos por una coca-cola comenzaba a parecernos barato).

Carlos: "En la terraza un camarero al que le preguntamos a donde podíamos ir
, después de decidir pasar de Rouen, pues Marta yo había estado allí, nos aconsejó visitar una ciudad llamada Epernay, a 20 minutos en tren de distancia de Reims, pero vamos a pasar de él porque nos vamos para Estrasburgo
"


En Reims por la noche también vimos la Puerta de Marte, el arco de triunfo romano más grande que se conserva, una estatua dorada en una calle peatonal, por la que puedes circular si tienes enchufe, y un huevo Kinder inmenso iluminado.

En la calle vimos unos pilotes para impedir el paso de vehículos, aunque si se tenía el mando apropiado se bajaban y podías pegarte un rule en buga por la consabida rue.

Al volver al albergue había montada un pelea de almohadas, pero estábamos tan cansados que pasamos hasta de pensar que eran infantiles (como hubiese molado unirse a la pelea).

miércoles, 2 de julio de 1997

Bilbao - La Rochelle

Cogimos un bus para Irún a primera hora de la mañana, justo después de que se le olvidase las revistas a Carlos en casa de sus tíos. Durante el trayecto vimos Eibar y San Sebastián desde el bus, por lo que no pudimos apreciarlas, aunque al menos en San Sebastián vimos el Estadio de Anoeta.

El autobús nos dejó junto a la estación de trenes de la RENFE en Irún, donde aunque de una manera muy simpática no dejaron de putearnos. El taquillero nos indicó que hasta bastante más tarde no había ningún tren que cruzase la frontera, y que nuestra mejor opción era ir a coger un "topo" que cruza la frontera cada diez minutos. La pateada no fue excesivamente larga, lo peor fue que no paró de llover.

Marta: "Al llegar a Hendaya Carlos se dejó en el vagón una bolsa con pastas y agua (dos días y ya perdió dos cosas). Hendaya es un pueblo de mierda donde notas que ya has entrado en Francia porque ya te timan (en un supermercado nos ha salido cada bocata de jamón y queso a 425 pelas)."


Tras comer y reservar plaza en el albergue de La Rochelle (lo tuvo que hacer Carlos porque a Marta le daba alergia hablar en francés por teléfono, nos montamos en un precioso TGV que nos iba a llevar a Bordeaux, que desde un primer momento imaginamos que sería lo mismo que Burdeos, donde cogeríamos otro tren hacia La Rochelle.


Dos notas de Marta en el TGV de Irún a Bordeaux:

  • Creo que como sigamos así vamos a pasarnos 15 días en tren (ya conocemos varios tipos de tren y muchísimas estaciones).
  • Ya me han entendido dos franceses (aunque no ha sido fácil).

En el tren entre Bordeaux y La Rochelle nos sentamos al otro lado del pasillo de un chico que tenía una pinta de "simpático" que no podía con ella. Las niñas se dedicaron a echarle miraditas, sobre todo a sus carnosos labios... El tío tenía una pinta de llamarse Michel que no podía con ella. Al final al llegar a La Rochelle lo perdimos enseguida... las niñas lo sintieron más que Carlos.

Por ahora que sólo llevamos 7 horas en Francia hemos sacado las siguientes conclusiones:

  • El café es carísimo: 12 FF (= 300 Ptas.).
  • El TGV lo hay que reservar.
  • Los trenes de la SNCF son asquerosamente puntuales.
  • Los franceses son unos hijos de puta por quemarnos los camiones.


Al llegar nos costó mucho encontrar el albergue, pero gracias al pequeño plano que se había currado Carlos antes de salir pudimos encontrar el camino. La pateada hasta llegar al albergue fué importante, incluso nos salimos del mapa y tuvimos que guiarnos por la señalización en la carretera.


Tras dejar las cosas en el albergue, donde por cierto nos trataron bastante bien, nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad cámara en mano. Hacía un poquito de fresco, pero todo el mundo iba en mangas de camisa o de chaqueta fina; claro, para nosotros que veníamos de la paradisíaca y tropical España hacía frío.


Lo primero de todo era comer, y en cuanto llegamos al centro de la ciudad nos pusimos a ello. Mientras comíamos un bocata de beicon en un banco del puerto María se dio cuenta de que el flash se había calentado mucho, incluso quemaba; el plástico de las pilas se había fundido y por un momento llegamos a pensar que se había estropeado, menos mal que no fue así, y media hora después ya volvía a funcionar.


Paseamos por el centro de la ciudad sacándonos fotos a diestro y siniestro. Cuando oscureció iluminaron las torres y la vista del puerto que ya de por si era bonita mejoró. Andar por las calles era guay, si no fuese por las terrazas, la vestimenta de la gente y algún otro coche nos parecería estar un siglo atrás. Si toda Francia es tan bonita habrá que repetir algún día.


Por la noche, a eso de las 12:00 nos tomamos una coca-cola en una terraza de las del puerto con vistas a las torres que por supuesto estaban iluminadas. Por cierto, según Marta había un camarero "muy simpático" (cosa que dijo como una mera observación). Después nos fuimos hacia el albergue, un paseo... con discusión incluida entre Carlos y María sobre donde había que coger el bus para ir a la estación a la mañana siguiente.


María, como siempre, se encontró a un conocido de Noya... ya lo contará ella un día de estos.