miércoles, 16 de julio de 1997

Irún - Santiago

La verdad es que el día 16 de Julio de 1997 se convirtió en una autentica odisea para nosotros. Teníamos ganas de llegar a casa, pero no porque estuviésemos cansados de estar por ahí, sino porque el viaje parecía interminable.

Nos pasamos toda la noche entre Paris e Irún durmiendo, y al llegar al maquinista le dio un arrebato de locura sicótico-esquizofrénica y se puso a gritar como un loco cosas en su extraño idioma, que interpretamos como: "Ya hemos llegado a España, todos para abajo del tren...", nosotros naturalmente nos reímos y nos bajamos del tren y pisamos por primera vez en quince días la España de nuestras entretelas...

Tuvimos un ratito para desayunar en la estación de Irún... por cierto, ¡¡Que gozada gastar pesetas!!. Nos metimos un buen desayuno, compramos tabaco a un precio "razonable", y por supuesto algún que otro periódico para leer en el tren de regreso a casa.

El tren salió de Irún a las 8 de la mañana, y hasta que llegamos a Palencia todo fue sin problemas. Allí los vecinos de un barrio que se había inundado habían cortado la vía del tren ya que no aparecían por allí los bomberos para solucionar el problema de la inundación. De esa manera conseguimos una primera media hora de retraso.

A partir de ahí todo fueron despropósitos. En León nos mandaron bajar del tren ya que la vía estaba cortada por una inundación y nos dijeron que nos iban a llevar a Santiago en autobuses. María y Marta llamaron entonces a sus casas para avisar de la contingencia. La verdad es que eso no era un problema, ya que en bus podíamos cumplir más o menos el mismo horario. El problema fue al llegar a Ponferrada, en cuya entrada había un gran atasco, cuya causa no conseguimos averiguar, había un atasco porque sí y punto.

¡¡¡Que bien!!! ¡¡¡Estábamos en ESPAÑA!!! ¡¡Ya no teníamos que sufrir los estrictos y repugnantes horarios de los gabachos de mierda!! ¡¡SI NO QUIERES ARROZ... DOS TAZAS!!.
En el bus Carlos se sentó junto a un japonés que iba mirando un mapa y preguntando a Carlos constantemente acerca de nuestra posición. Mediante unos cálculos mediante su mano y el reloj vaticinó que estaríamos en Santiago más o menos a las 9 de la noche.

A la entrada de Galicia paramos en una cafetería para tomar algo, y continuamos rumbo hacia Lugo para desde allí seguir hacia Santiago por la carretera que va de la N-VI a Curtis y que sale a la de Lugo-Santiago. Durante este rato el busero se apiadó de nosotros y nos puso una peli que la verdad es que oírse se oía, pero ver, lo cierto es que no se veía nada.

Al llegar a Santiago los tres nos despedimos y dimos por finalizada la aventura. Cada uno se fue por su lado pensando ya en el destino del próximo viaje: María a Noya, Carlos a San Vicente y Marta a su casa para ir dos días después a San Vicente.

martes, 15 de julio de 1997

París - Irún

Nada más levantarnos piramos para el centro de Paris después de recoger todos los trastos y dejarlos en el almacén del albergue, ya que debíamos dejar libres las habitaciones. Como no Carlos tuvo que dar la nota y se dedicó a chorizar tarrinas de mermelada que luego no sería capaz de comer en el desayuno y que naturalmente metió en su mochila.

Como todos los días pillamos el RER hasta la estación de Austerlitz a pesar de que nuestra intención era llegar hasta Saint Michel para desde allí visitar el Barrio Latino y el Palacio de Luxemburgo.

La razón para esta parada previa era que el túnel por el que debía pasar el tren estaba en obras, por lo que nos teníamos que bajar en esa estación y coger un bus gratuito hasta Saint Michel, donde nos queríamos bajar nosotros, o hasta Invalides que es donde se retomaba el tren.

Mientras viajábamos dentro del bus Carlos se fijó en un titular del periódico Le Monde, que llevaba un parisino, y que rezaba algo parecido a "España llora por sus mártires". Tras leerlo se lo dijo a María y a Marta y los tres quedaron intrigados y preocupados a la vez.

Tras bajarnos del bus comenzamos viendo las librerías que había en la calle, en donde de haber tenido pelas, o mejor dicho francos hubiésemos comprado alguno que otro, especialmente las niñas ya que había muchos libros de arquitectura a muy buenos precios.

María llamó a casa para informar de que ese día pensábamos volver y que llegaríamos el 16 por la noche a Santiago, y aprovechó para preguntar acerca del significado del titular que Carlos había leído y tras saberlos nos quedamos muy impresionados por lo sucedido.

Seguimos pateando, y tras pararnos un rato junto a un edificio de piedra Carlos: el despejadísimo e inteligente guía se dio cuenta de que era La Sorbona, es decir la Universidad de Paris. Tras eso recurrió a la guía de Paris y nos conseguimos enterar que estábamos en el pleno centro del barrio latino de Paris, ese que Marta no había conocido en su visita anterior, y que por lo visto del que tampoco tenía mucha idea acerca de lo que era.

Tras la visita de la universidad y sus alrededores vimos el Pantheon, en el que por supuesto se cobraba por entrar, razón de más para no entrar. Ya casi habíamos visto todo lo que podíamos ver por la mañana sin tener que gastar un duro, por lo que pusimos rumbo hacia el palacio de Luxemburgo y nos dedicamos a pasear por sus jardines, viendo como los enanos Parisinos (futuros gabachos hijos de la gran zorra) se dedicaban a darle de comer a los peces del estanque o jugar con unas maquetas de veleros.

Durante toda la mañana María, y especialmente Marta se dedicaron a hacerle preguntas de todo tipo a Carlos para vengarse de todas las que él había hecho durante los días anteriores. La diferencia es que Carlos las contestaba sin demora, con una seguridad impresionante y sin cometer un solo error, mientras que ellas, durante los días anteriores las contestaban entre balbuceos de dudas y mediante frases tremendamente ambiguas o carentes de toda corrección gramatical.

Decidimos volver hacia el albergue para comer cuando los repetitivos "Tengo hambre" de Carlos se hicieron inaguantables. De camino hacia el bus nos paramos en un supermercado para hacer unas últimas compras, es decir, comida, y algo para el tren durante el viaje de regreso a casa.

Marta y María casi no consiguieron evitar que Carlos le hincase el diente a la barra de pan que habíamos comprado, al menos hasta llegar al albergue, donde dimos buena cuenta de ella en breves instantes.

Nada más llegar al albergue vino la encargada de este a hablar con Marta y ¡¡le dio su riñonera!!, que alguien había encontrado en el tren y supuso que estaríamos en ese albergue. ¡¡QUE FLIPE!! Por supuesto faltaban los francos, pero todo lo demás había aparecido. ¡¡QUE POTRA!!

Tras la comida vino la correspondiente siesta de rigor, tras la cual, ya con más calma recogimos todo y nos fuimos hacia la estación de Austerlitz desde donde partiríamos hacia España.

En la estación conocimos una chica Argentina que iba a pasar unos días a España, donde quería visitar Sevilla, Madrid, Barcelona, ciudades por las que nos preguntó. Entre todos le hicimos unos esquemas de Barcelona y Madrid indicándole las cosas que podía visitar y todo eso y los trenes que debía tomar. Charlamos de todo, desde lo del atentado hasta de fútbol, y poco antes de subirnos al tren nos dependimos de ella.

Subimos al tren, donde vimos, o más bien vio Carlos a un chico que decía él que se parecía a Ventura y nada más salir de la estación nos pusimos los tres en postura de "Dormir hasta Irún", no sin antes comer un poquito: Carlos se comió las mermeladas que había pillado a la mañana.

lunes, 14 de julio de 1997

Paris (III)

Este era el día que Magggte había escogido para visitar Versalles. La verdad es que lo escogió de p.m. ya que era el único dia de los que estuvimos en Paris en el que no se podía visitar el interior del palacio, aunque la verdad es que aunque hubiese sido posible no creo que hubiésemos podido permitírnoslo ya que en ese momento nuestra economía era ¡¡escandalosamente ruinosa!!

Cogimos el RER donde siempre, y nos chupamos toda la línea 4 desde Athis Mons hasta Versalles lo que supuso alrededor de 45 minutos. Una vez allí comenzó la pateada. Desde la verja principal había una buena pateada hasta llegar al palacio, el trayecto era en pendiente ascendente, lo que hacía que te sintieses más pequeño frente al palacio. Pero lo más impresionante fue la visión de los jardines y el estanque desde la parte trasera del palacio: Parecía que el estanque no se acabase nunca, era algo impresionante.

Llegados a este punto Magrgrgrte prescindió de la guía y nos pusimos a patear los jardines a nuestra bola y así llegamos al Grand Trianon, osea, la casa de la querida del rey (seguro que era un putero). Luego vimos el Petit Trianon, que efectivamente era un poco más petit que el Grand Trianon.

Tras rellenar la botella de agua en un grifo nos fuimos al centro del estanque, pero en la orilla por supuesto, y nos tiramos en el césped para jalarnos los bocatas que nos habíamos encargado de preparar para comer allí.

Una vez hubimos comido el contacto extremos con la naturaleza nos llamaba, por lo que nos tiramos sobre el césped a dormir una siestecilla: sí, ese gran invento español que hicimos en tierras paganas de gabachos de mierda (estábamos hartos de ellos).

Carlos súbitamente se levantó y echó a correr escapando de una avispa... les tiene MUCHO miedo. Y acabó en el bordillo de piedra del estanque metiendo la bota en el estanque para comprobar si era verdad eso de que no les entra agua aún sumergidas... "Que guay, no me mojo los pies... Uy... me pasé"

Una vez quedamos hartos de naturaleza Marta decidió que se quería dar un baño en el estanque y frente a la presencia de dos gendarmes Carlos y María intentaron persuadirla de que no se bañase, pero no hizo demasiado caso. Por suerte Carlos estuvo rápido de reflejos y consiguió agarrarla en el momento en que iba a zambullirse al estilo hombre-rana.

Tras el intento frustrado de Marta por bañarse pusimos rumbo hacia Paris de nuevo para ver por dentro Notre Damme, y la zona del Centro Georges Pompidou. Cogimos el RER para llegarnos hasta la estación de Saint Michel.

Al tardar tanto en llegar nos quedamos dormidísimos y por suerte, luego se vio que fue mala suerte, Carlos despertó poco antes de que el tren se fuese de esta estación; el caso es que nos bajamos del tren a la carrera y cuando estábamos a punto de salir al exterior... ¡zas! Marta se dio cuenta de que se había olvidado la riñonera en el tren... Sí que la habíamos jodido bien. Nos dio un considerable bajón a los tres, y hay que decir que a pesar de que no consiguieron encontrarla las funcionarias de la estación de Saint Michel de la linea C del RER de Paris se portaron muy bien diciéndonos todas las posibles soluciones a adoptar. ¡¡3 HURRAS POR ELLAS!!

Hubo que hacer de tripas corazón aunque a Marta le costó un poquillo. Todo fue a mejor cuando Carlos comenzó a decir tonterías camino de Notre Dame. Incluso Marta renunció a guiar... cosa de la que Carlos se alegró mucho, para guiar él y recorrer "atajillos" mientras que María le suplicaba a Marta que se recuperase para que no guiase Carlos.

Entramos en Notre Dame, que por dentro no es para tanto, y salimos rápidamente. Luego caminamos hacia el Centro Pompidou pasando por delante del "Hotel de La Ville", que no es que sea un hotel público ni nada de eso, es más ni siquiera es un hotel, se trataba del Ayuntamiento, que por cierto estaba engalanado con banderitas francesas (supongo que porque estábamos en Francia): Carlos: "Que bonito sería que todas fuesen españolas... Paris conquistado y arrasado por una legión de 50.000 Alfredos Landa".

Vimos desde lejos el Centro Pompidou y a Carlos en un principio le pareció sencillamente feo, pero al acercarse pudo afirmar categóricamente que le resultaba espantoso. Matamos allí una horita viendo unos espectáculos callejeros de esos. Unos tíos se dedicaban a interpretar bailando una especie de representación en la que dos colegas se peleaban y luego uno se moría o algo así. Fue chulisimo. Marta y María se fijaron especialmente en uno de los bailarines, e incluso una de las dos comentó algo parecido a: "A ver si se gira y le vemos el culo".

Se acercaba la hora de los fuegos artificiales, por lo que tuvimos que ponernos en marcha hacia el Trocadero, pero primero pasamos por un estanco, era inevitable, y un McDonalds del Boulevard St. Germain para llenar el buche por unos económicos 30 francos cada uno. Estábamos puliendo nuestros últimos francos.

Nos situamos a la derecha de la Torre Eiffel mirando hacia el Trocadero, en los jardines que dan al Sena y allí nos sentamos esperando por el espectáculo. La verdad, para que negarlo es que no vimos mucho del castillo de fuego, ya que los árboles nos tapaban bastante, pero aún así tuvo que ser la releche. Lo que sí vimos fueron todos los cohetes, que menos los del final que eran rojo, blanco y azul todos eran chulisimos.Una vez acabó todo nos montamos en un RER y para el albergue a dormir para estar fresquitos para el que iba a ser nuestro último día fuera de España.

domingo, 13 de julio de 1997

Paris (II)

El domingo nos tocó un día de tute salvajísimo. Visitamos el Louvre, por fuera, por supuesto, pues entrar era la autentica locura. El edificio es más grande aún, es decir, todo lo que uno se puede imaginar ¿no? ¡Pues no!, es más grande aún. Por cierto me pregunto quién sería el gilipollas que tuvo la idea de encasquetar una pirámide de cristal en el medio. ¡¡Queda precioso!!

Nos dedicamos a patear alrededor de las fuentes, ya que a pesar del intenso calor que hacía corria una ligera brisa, y esta hacía que los chorros de agua se salieran de las fuentes y con un poco de suerte te salpicasen. Por supuesto nos pusimos en el lugar apropiado en el momento apropiado para podernos refrescar, aunque hubo quien se pasó, pero como a estas alturas de este texto ya os lo imaginareis no vamos a dar nombres, ya tiene ÉL, bastante con lo suyo.

Desde ahí sólo quedaban seis kilometritos de nada de camino hasta el Arco del Triunfo, pero nada, en diez minutos estábamos allí. De camino vimos el obelisco, que como no, no es francés sino egipcio (en París la mitad de las cosas son regalos de otros países o chorizadas a otros países naturalmente)

También vimos el guardamuebles real, que por cierto, fijo que les quedaba un poco grande... total, para 5 o 6 sillitas de tijera, 2 supletorias y la rulot para el verano.... ¡¡¡si es que lo hacía todo a lo béstia!!!

Tras llegar al Arco del Triunfo pillamos el metro hacia Montmartre, donde en la subida nos metimos unos bocatazos para recobrar fuerzas y continuamos la ascensión. Casi al llegar a la cima nos paramos a oir a unos macarretas guitarreados que por no tener no tenían ni gorra para pasar pues se la pidieron a María... menudos jetas.

Entramos en la Iglesia del Sagrado Corazón que por fuera es bonita, pero por dentro no es nada del otro mundo... osea, por fuera mola, pero por dentro es una pastel.

Las calles que rodeaban la iglesia estaban llenas de dibujantes, pintores, caricaturistas, mimos... todo muy chulo, aunque sobraban 800 o 900 turistas de mierda que estaban dando la paliza.

Nos sentamos en una terraza a ver como pintaba un pavo, que luego descubrimos que era catalán.

Carlos: “Yo hablé con él”.

También estuvimos viendo como hacían retratos y caricaturas, en especial una de una niña con una cara de pilla que no podía con ella.

Luego vino el consabido paseo con la correspondiente selección de camisetas y paridas para regalar a los seres queridos...

Al bajar vimos más mimos y cantantes y nos fuimos a ver la Madeleine (o como coño se diga, porque leer leen Madlein). A Marta le costó bastante que la taquillera le diese un billete de metro para la Madeleine y es que al parecer Marta no lo pronunciaba demasiado bien... Detrás en segunda línea Carlos parecía una olla a presión a punto de estallar y María se reía. Cuando Marta consiguió hacerse entender, rápidamente Carlos con los ojos inyectado en sangre se acercó a la ventanilla y con un tono firme de “O me entiendes o te desmonto el chiringuito” dijo: “Un billetuá pur la Madelein” cosa que la chica entendió al instante. Detrás Marta y María se reían.

Desde la Madeleine pateamos hasta la Ópera y luego bajamos hacia el Obelisco atravesando la Place Vendom o algo así, donde vimos tiendas de esas guays de Cartier y de Rolex, y desde la cual fuimos hasta el obelisco pasando por la calle de las tiendas, por cierto vimos en la tienda de Chanel un conjunto monísimo de 15.000 francos.

sábado, 12 de julio de 1997

Paris (I)

Maria: "Durante el desayuno a Carlisuá le pareció ver a una chica que iba con él al colegio en Barcelona, y tras desayunar fue a mirar en recepción si había alguien registrado a su nombre. Después de tomarnos el delicioso desayuno ('Solo un panecillo para cada persona') nos dirigimos en RER (de gratis) a Notre Dame, que nos pareció más pequeña de lo que imaginábamos (cosa rara en Paris ya que está hecho todo a lo grande).

Decidimos dar una vuelta y ver la catedral por fuera antes de entrar, y para variar (con la mala suerte que tenemos debido a un gafe, que debe de ser Magté, más adelante se averigurá porqué) cuando decidimos entrar, estaba cerrada.

Volvimos a coger el RER y nos dirigimos a La Defense. Hacía un calor de la 'HOSTIA'. Estuvimos viendo los edificios en tentando convencer a Carlisuá de que el Arco de La Defense y el Arco del Triunfo estaban alineados. ¡No lo conseguimos!

Nos fuimos al Quick a comer un pollo que realmente estaba asqueroso, pero que bien que nos sentó. Tras lo que fuimos a Al Campo, (que tenía un nombre muy raro) y llenamos el carro para variar. Salimos fuera y nos sentamos en la plaza a tomarnos un Dan'Up de frutas del bosque que estaba ¡delicioso!.

La Defense la vimos a todo meter, que si este edificio es color azul verdoso, que si el otro mide tanto, que si está haceho de no se que. Unas estructuras un poco paranoicas (típico de algún arquitecto que ya tiene el puñetero título y puede hacer lo que le de la gana). Una fuente chulisima con escaleras (lugar común en París para sentarse pues se nos acabó la buena vida de las terrazas) donde no dejamos a Carlisuá sentarse y mojarse los pies.

Como el NIÑO estaba destrozado decidimos volver al albergue. De camino nos encontramos unos chicos que también estaban en el albergue, a los que habíamos conocido por la noche, que eran de ARANJUEZ (otra coincidencia).

Minetras Carlisuá se quedó quejandose de su inmenso dolor, Magte y yo, no satisfechas con la caminata que nos habíamos pegado decidimos ir a dar una vuelta por Athis-Mons. Se trata de un lugar tranquilo que se halla en la única montaña que debe haber en este pais plano. Íbamos andando condo vimos un avión volando bajisimo, supusimos que estaba cerca el aeropuerto, y efectivamente allí estaba. Nos tiramos en cesped y estuvimos viendo aterrizar a dos aviones ¡que impresión!, pasaban tan cerca que parecía que si te ponías en pies te iban a dar con el tren de aterrizaje.

Toda esta historia es la que le contamos a Carlisuá cuando volvimos ¡que se la tragó!, pero en realidad sólo vimos un par de aviones que se disponían a aterrizar en un aeropuerto que estaba cerca pero que no vimos.

JA JA JA...
"


Carlos: "¡¡¡Canallas!!! Además María se ha olvidado contar nuestra visita a la Sainte Chapel a la que pasamos de entrar porque costaba un pico. Tambien vimos el Palacio de Justicia donde me saqué una foto.

María ha olvidado contar algún detallito: Cuando ibamos a entrar a ver la Sainte Chapel tuvimos que pasar por un detector de metales y al pasar ellas comenzó a pitar. María llevaba 3 granadas de mano, una recortada, una uzi y tres minas antipersonales. Marta llevaba un lanzagranadas, tres kilos de goma 2, objetos punzantes, piedras y tres navajas de repetición. ¡¡UN NÚMERO!!

En el andén del RER le dieron una paliza a dos negros, a tres musulmanes y a dos gendarmes mientras yo iba a mirar cuanto faltaba para que llegase el tren, robandoles un total de 1318 francos con 35 céntimos ¡¡En menos de 2 minutos!! Por suerte logré persuadirlas para que lo devolviesen todo aunque a uno de los gendarmes que a pesar de haber devuelto todo las quería detener le dieron una paliza. María lo agarró por detrás mientras que Marta rodilla en tierra se dedicaba a darle puñetazos en sus partes al grito de "Hop-hop-hop-hop" Luego María le dio la vuelta y le propinó un cabezazo con el que cayó al suelo; tras eso fueron 8 o 9 minutos de continuas patadas en la cabeza por parte de las dos hasta que llegó el tren. ¡¡QUE BESTIAS!!

En el tren para ir a La Defense al llegar y abrirse las puertas la gente se bajó toda del vagón corriendo entre gritos de terror. Yo no me pude explicar eso hasta que me giré y vi a las dos con senda máscara anti gas en la cara y una mofeta en cada mano... ¡¡UN ASCO!!

Al volver al albergue me encontré a Anna Bellver, una antigua compañera del colegio en Barcelona, me hizo mucha ilusión. Definitivamente el mundo es un pañuelo
"

viernes, 11 de julio de 1997

Amsterdam - Paris

Nos levantamos tempranísimo para poder coger el tren sin tener que correr más de lo necesario. La verdad es que no nos quedaban guildes, por lo que tuvimos que hacer el viejo truco de colarnos en el metro, que por supuesto es gratis.

Por fin había llegado la hora de enfrentarse al gigante... íbamos hacia Paris. Salimos de Ámsterdam a las 8'30 de la mañana, y en Bruselas nos cambiamos al tren de Paris, el cual salió de allí a las 12:07. A las 14:05 estábamos por segunda vez en la ciudad de las luces: Paris... ¡¡Que miedo!!.

Nos dimos rápidamente cuenta de que estábamos en Paris cuando por un simple bocadillo de queso tuvimos que pagar la friolera de 16'50 FF, por supuesto sin bebida. Desde la estación mismo llamamos al albergue para que nos dijeran la manera de llegar hasta él. El RER B hasta St. Michel y luego el C hasta Athis Mons, en un tren que se llame JILL o CIME. Y como somos así de chulos el primer trayecto lo hicimos en metro.

Al pillar el billete nos asustamos muchísimo al ver que cada billete eran 17'50. Por suerte en el albergue nos informaron de que el RER C era gratis con el Inter-Rail.

Llegamos al albergue casi a las 16'30, dejamos las cosas y alrededor de las 17'20 salimos de nuevo hacia Paris. Nuestro primer objetivo era ver la Torre Eiffel, a la cual tras cotizar 29 francos del ala nos permitieron ascender... ¡¡A PIE!! ...¡¡CHORIZUÁS!!

Carlos: "La ascensión comenzó bien: durante los 4 o 5 primeros escalones apenas nos cansamos, el problema se presentó a partir de ahí, cuando sólo nos faltaban aún por subir 1000 y pico más. María a partir del 7º escalón comenzó a quejarse de vértigo... ¡Mujeres!"

María: "¡¡HOMBRES!! Es mentira, me empecé a quejar (que no me quejé, yo iba tranquilamente mirando mis escaleras) a partir del 100 más o menos"

Carlos: "¿por donde iba? Ah, sí, (¡¡Mujeres!!) Conseguimos llegar al primer piso... a que suena como algo fácil... ¡¡¡PUES NO LA FUE!!!. ¡¡El primer piso está a ciento y pico metros!! La vista era guay, se veía todo Paris... desde ciento y pico metros de alto."

Marta: "El cateto este no tiene ni puta idea, el primer piso está a cincuenta y pico y el segundo a 115 metros de altura, de todas maneras a nosotros nos parecieron kilómetros el subir hasta cualquiera de los dos."

Carlos: "¡¡Como yo no guió no me entero!! ¡¡Guía de mierda que tenemos!!"

Marta: "Después de llegar arrastrándonos al segundo piso seguimos flipando con la vista y ¡oh, maravillas del dinero! hasta el tercero subimos en ascensor (un timo). Dentro de él María y Carlos iban cagados de miedo (cosas del vértigo), yo (Marta) que soy muy valiente ni me inmuté, bueno, más bien disfruté como una enana. Arriba más de lo mismo: vistas alucinantes, más españoles (que Tomamos la torre Eiffel) y pocas ganas de volver a bajar, pero había que enfrentarse al reto. El primer tramo fácil: en ascensor, y aunque parezca increíble María y Carlos "decían" que al bajar no las daba vértigo. Después de esto venía la decisión más difícil, o bajar o esperar a que nos tirasen, cosa que no fue muy fácil decidir, pero como estamos hechos todos unos deportistas bajamos por esas escaleras infinitas, pero no andando, sino ¡al trote! No dejamos de sorprendernos"

Carlos: "Marta miente como una bellaca que es. Ella y María salieron del ascensor a gatas, y no quisieron ponerse en pie. Yo como buen chicarrón del norte que ha estado alguna vez en Bilbao (algo siempre se pega) salí, me asomé e incluso baje de la torre haciendo rápel hasta el suelo sólo con ayuda de las tiras en que convertí mi camiseta... ¡¡Ni McGyver!! (Esta es la autentica y única realidad) Al llegar abajo vi que no bajaban y subí otra vez hasta arriba, y cual Obelix con dos jabalís las bajé al hombro a las dos. ¡¡¡QUE DURO SOY!!!... Bueno admito que lo de la camiseta era una exajeración, era una cuerda."

Maria: "VERDADERA VERSION DE LA HISTORIA: Yo (María) sí que tuve vértigo pero ellos dos, aunque lo nieguen también lo tenían, lo que pasa es que tienen unas pequeñas lagunas mentales. Una vez arriba ya se pierde todo el miedo (o por lo menos yo) porque Carlisuá y Magthé, cuando bajamos por el ascensor iban con lo ojos cerrados y apretándome los brazos... tengo unos moratones alucinantes."

Tras bajar de la torre la "guía" nos condujo hacia la Plaza del Trocadero, que es una mierda porque conmemora una victoria Francesa sobre los Españoles... menos mal que a Napoleón (su gran figura) y a su hermanito les dimos bien por el culito en España durante la Guerra de la Independencia. Por cierto, estaba todo vallado y hubo que dar un rodeo de la leche. Menos mal que tenemos una guía muy apañadita (aunque un poco cagueta por el espectáculo de "Bajadme de aquí" o "Mamá tengo miedo" de la Torre Eiffel.) Marta: "Cuando dimos todo el rodeo para llegar a la Plaza del Trocadero me quedé alucinada cuando vi la case de Peiret del número 25 de la rue Franklin, fue pasear por allí (buscando un baño) y de repente verla... chulísima"
Volvimos hacia la Torre Eiffel y nos pateamos el Campo de Marte, (Carlos: "Si por mi fuera, lo convertía todo en un barrio de viviendas de protección oficial") En el otro extremo del Campo de Marte vimos la Escuela Militar. (Carlos: "ahí adiestraron a muchos de los gilipollas que se cargó Agustina de Aragón... je, je por cierto el edificio es muy chulo, y como todo en Paris construido con la quita que se le quitaba a los pobres.")

Marta: "Después de que a Carlos le entrase el hambre (igual que a todos) decidimos que de paso que pasábamos de él, podíamos ir a ver Les Inválides, otro edificio tocho hecho a costa de los pobres. Como siempre, llegamos y estaba cerrado, así que no pudimos entrar, pero bueno, era precioso. Allí nos sentamos a hacer la foto de rigor, pero claro, la suerte no nos acompañaba: justo después de hacerla y hacer números con que no iba a salir por falta de luz, van e iluminan el edificio. Es que alguno debe se gafe... (yo no)"

Carlos: "Dice que no es gafe la de la multa, la del negrón, la del corte en la rodilla... Aunque sí existe la posibilidad de que no lo sea Marta, puede que lo sea María."

Bordeando Les Invalides vimos un tio muy chungo tirado en el suelo y cambiamos de acera (por si acaso). Luego al llegar al otro extremos de Les Invalides, donde Carlos se hizo una foto con unos cañones detrás. Continuamos hacia el Sena por una avenida de 250 metros de ancho (lo justo para dos personas caminando de lado).

Tras cruzar el Sena por el puente de Alexandre III (¿quien coño será ese?) llegamos al Petit Palais, (Carlos: "que de petit tiene lo que yo de flaco...") y al Grand Palais (que según Carlois era igual de grande.)

Al acabar de ver esto decidimos ir a cenar algo (ya que Carlos se estaba poniendo muy pesado ya) y nos pusimos a la tarea de buscar un McDonalds.

Como no teníamos ni idea de donde podía estar le preguntamos a un amable lugareño a lo que el muy hijo de puta respondió: "está ahí ta, en los Campos Eliseos, a uno o dos kilómetros" ¡¡Me cago en su madre!! uno o dos kilómetros, como si fuesen 10 o 20 metros. En ese momento nos dimos cuenta de que Paris nos quedaba demasiado grande.

Tras salir del Burger en el que cenamos bajamos por una calle hacia la estación del RER de Pont de l'Alma y de camino hacia ella por cierto vimos un Banco Pastor. Curioso ¿no?.

María: "Después de comer esa "maravillosa" hamburguesa y de esa caminata, nos fuimos al albergue, tuvimos que escalar otra vez, pero esta vez, éramos Magte y yo quienes llevábamos a Carlisuá en brazos."

jueves, 10 de julio de 1997

Amsterdam (II)

Fue el día que más tarde nos levantamos, las 10'30. Desayunamos por 4 Guildes de esos y nos piramos al mercadillo a la caza de Souvenirs de Amsterdam. (osea camisetas).

Tras eso visitamos la casa de Ana Frank, que nos impresionó mucho a los tres. Para entrar tuvimos que hacer cola por un tubo ya que había muchísima gente. Nos quedamos muy impresionados los tres al ver las condiciones en las que se vieron obligados a vivir.

Carlos: "Cuando vuelva a España leeré el libro".

Tras la visita y el sacarnos la correspondiente foto de rigor nos pillamos un tranvía hacia el museo Van Gogh, junto al que se ponía un carrito de perritos calientes, que la verdad es que resultaban bastante baratos (1'50 gildes). La verdad es que nos pusimos morado de salchicha, pan y todas las mierdas que le podíamos echar... sin aumento de precio por supuesto.

Una vez hubimos saciado nuestra hambre pusimos rumbo a la "Centraal Staation" para solucionar el tema de los billetes para Paris, pero apenas a 500 metros de la estación se jodió el tranvía... osea que a patear, aunque como somos gente muy apañada aprovechamos para mirar escaparates para llevarnos alguna cosilla de recuerdo.

En la estación perdimos casi una hora hasta que nos atendieron, tuvimos que coger número, y esperar... mucho... nuestro número era el 36 y el contador iba por el setenta y pico. Una vez conseguimos llegar a la ventanilla y tras intentar explicarle al tío en inglés lo que queríamos, él nos contestó en castellano, gracias a lo que pudimos acabar rápidamente.

Tras terminar solucionar lo de los billetes nos sentamos un ratito en la "Damm Plein" , es decir, como la Puerta del Sol pero en Ámsterdam. Allí si que vimos de todo: Unos hare-crisna (o como demonios se escriba) montando un escándalo de órdago con su música, si es que se le puede llamar así y no ruido altamente molesto, unos tíos escuálidos montando follón también con unas guitarras eléctricas en el otro extremo de la plaza, una niña de unos doce años preparándose un buen "book" de fotografías para ser una top-model, y un señor raro que nos ofreció cosas también raras.

El tío intentaba vendernos una movida de colorines de esa para el pelo (llevaba 2) y al decirle que no el muy camello nos ofreció éxtasis y coca, por lo que nos quedamos flipados. Por supuesto dijimos que no porque somos gente sana que esta "Enganchada a la Vida".

Fuimos luego a comprar algo para el novio de María y algunas postales para enviar, tras lo que decidimos que nuestra situación económica era crítica y nos metimos en un McDonalds donde quemamos las últimas monedas que nos quedaban cosa que más o menos conseguimos fácilmente. Luego a visitar la movida roja esa tan famosa.

Paseamos un buen rato por el barrio rojo y quedamos alucinados. En todos los escaparates había tías medio en bolas invitándote a pasar. Había muchos espectáculos eróticos festivos a punta pala, todos ello anunciados con grandes carteles como "Live Porno" o "Live Sex". Un portero desde la entrada de uno de ellos nos dijo en inglés: "Sexo, lujuria, el "Coco-Rosso" es el mejor" y otro nos dijo: "Un bonito espectáculo para toda la familia".

Era como Sodoma y Gomorra, todo espectáculos porno, casas de putas, coffe-shops donde fumar drogas, bares conde consumir alcohol, y camellos en los puentes ofreciendo éxtasis, coca y otras sustancias estupefacientes.

Cuando ya poníamos rumbo hacia el albergue nos paró un tío que llevaba una bolsa de papel, nos ofrecía su contenido por 5 guildes, el contenido era un auto-radio con sus correspondientes altavoces. Seguro que quería el dinero para drogarse... esta juventud es que es una mierda. Unos metros más adelante pasamos junto a una calle donde había un concierto... y como nos apuntamos a un bombardeo allí nos metimos. Entre la gente encontramos a dos chicas de Madrid que habíamos conocido en Brujas y nos quedamos con ellas un ratito en el que charlamos y nos sacamos una fotos. Luego llegó el momento de irse dejando atrás a todo el mundo borracho, colocado o lo que fuese...

En el albergue pasamos de nuevo un buen rato con los amiguetes de Vitoria, quienes nos presentaron a un chico de Madrid (Sergio) que tenía unas greñas de aupa, y tras fumar unos pitillos, echarnos unas risas y el consabido intercambio de direcciones nos fuimos para la camita.

miércoles, 9 de julio de 1997

Amsterdam (I)

Nada más levantarnos cogimos las cosas y piramos del hotel a toda pastilla para trasladamos al albergue, donde por llegar antes de la hora tuvimos que esperar hasta que nos dieron una habitación. Una vez acomodados allí nos fuimos al museo Van Gogh, por supuesto en tranvía, naturalmente fardando del título de transporte... había que sacarle jugo a la pasta que habíamos invertido en él.

Cogimos el tranvía 20 y nos fuimos al Van Gogh Museum, que nos costó 12,50 gildes de esos, donde debimos echar por lo menos un par de horas admirando sus pinturas mientras nos acordábamos de Mónica y de lo que ella disfrutaría viendo el museo. Tras ver todo el museo, nos metimos en la tienda de este, donde decidimos comprarle a Mónica una postal de una reproducción de un cuadro de Van Gogh.

Tras ver el museo salimos y nos metimos en un tranvía y bajamos en algún punto indeterminado de la ciudad en el que había un Burger King, era el único establecimiento de comida rápida que nos faltaba por probar, y luego para el albergue a descansar un ratito para luego ir a ver el estadio del Ajax, que la verdad es que es impresionante. Por cierto, el metro de Ámsterdam también debe ser gratis como el de Bruselas ya que nadie paga.

Lo mejor del día fue a partir de que bajamos un rato después de cenar. Nos volvimos a encontrar a "la gente de Vitoria" y allí nos quedamos un buen rato de charla. Charlando nos recomendaron ir a ver la Casa de Ana Frank, ya que a Raquel y a Olivia les impresionó muchísimo. Al cabo de un rato apareció Rocky Balboa: pantalón corto, cabezón, gorro negro de lana, pelo largo y por supuesto la boca torcida... era clavadito clavadito.

Más tarde apareció un puto yanqui, que según él era de cerca de San Francisco, su madre había trabajado un año en Madrid y trabajaba en un restaurante donde las cartas estaban en español y en inglés... osea que no coló lo que nos dijo de que no tenía ni papa de español. El tío estaba total y absolutamente flipado, no paraba de repetir intercalándolo con su risa estúpida: "All the world is stoned", "this city is fun" y demás lerdeces.

Detrás de donde estábamos sentados había un tío realmente auténtico. Estaba totalmente a su bola, con unos cascos, que parecían de un estudio de grabación, oyendo música clásica y fumando marihuana. El tío además tenía una luz roja parpadeante colgada de la espalda... era la auténtica coña. Pero lo mejor todo fue cuando repentinamente sacó la cámara de fotos del bolsillo y se la puso en la cara a Marta y ¡zas! la dejo ciega... bueno y a la vez le sacó una foto. Luego sacó otra a todo el grupo, tras lo que le dimos una dirección para que nos las enviase (falsa por supuesto). Él nos dio la suya, sólo la letra ya es indicativo de lo pirado que estaba el tío. Mientras el puto yanqui seguía dando la paliza con chistes malos y estúpidos nosotros nos reíamos de él, lo mejor de todo fue cuando una de las chicas de Vitoria le preguntó si era o había sido Boy-Scout. Al final el tío se cansó de ser nuestra fuente de diversión, se levantó y se dedicó a intentar robar una bicicleta. ¡Un cretino vamos!

Un ratitio más tarde nos tocó el clásico gilipollas de esos de "Esta es mi ciudad y aquí mando yo" Que tras increparnos nos preguntó que de donde éramos y qué idioma hablábamos, a lo que alguien dijo "Euskera" tras lo que el cretino contestó "Oh, turistas estúpidos" y se fue. Un poco más tarde conseguimos deshacernos definitivamente del yanqui y seguimos hablando hasta que nos fuimos a enpiltrar.

En resumen: Ámsterdam es una ciudad muy rara, vimos de todo: putas en los escaparates, una carta de drogas en un coffe-shop, sex-shops por todas partes, gente por la calle con unas sonrisas de oreja a oreja, un tío que cantaba que era una pasada en mitad de la calle, unos rusos cantando y bailando y unos saltinbanquis... de todo vamos.

martes, 8 de julio de 1997

Brujas - Amsterdam

Cogimos el tren para Bruselas por los pelos, ya que para ir del albergue a la estación teníamos que coger el bus urbano, y por poco no llegamos a coger el tren. En una hora llegamos a Bruselas, Bruxelles, Brussel o como coño se diga.

Carlos: "¡¡QUE LIO!!, ¡¡ en este país cada uno le llama a las cosas según le peta!!"

En Bruselas, concretamente en la estación central nos cambiamos de tren y cogimos un Intercity que debía llevarnos a Ámsterdam. Durante el viaje nos dedicamos a dormir como ceporros, aunque saliendo de Bruselas pudimos ver a lo lejos la torre del ayuntamiento de la ciudad y el Atomium, que al menos a Carlos le siguió pareciendo pequeño.

Tras un rato de viaje llegamos a Amberes o Antwerpen como dicen en Bélgica... ¡¡Serán raros!! con lo fácil que es decir Amberes y dicen esa cosa rara. Allí, al salir el tren cambió de sentido y Carlos que se había situado en la posición guay al salir de Bruselas se tuvo que joder e ir de espaldas lo que quedaba de viaje hasta Ámsterdam mientras Marta y María se reían sin ningún tipo de piedad ni compasión, es más se dedicaron a putearlo el resto del camino en los momentos en que no dormían. María vio el estadio del Feyenord desde el tren al pasar por Rotterdam.

Al llegar a Ámsterdam nos dirigimos hacia el hotel que habíamos reservado el día anterior, y una vez nos registramos el conserje nos dio una carta que los chicos de Vitoria (Gorka, Olivia y Raquel) nos habían dejado allí y en la que nos avisaban de que no nos quedásemos, que era mucho más caro de lo que el chorbo había dicho por teléfono. La putada fue que nos tuvimos que quedar la primera noche (cosa que por supuesto nos fundió totalmente el presupuesto). En resumen, el tío del hotel era un cabronazo, un mercenario y ojalá se le caiga el hotel encima un día de estos.

El contenido de la carta era el siguiente:

Amsterdam, 7-7-1997

Hola chicos!

Esperamos que hayáis tenido un buen viaje, os enviamos esta nota para que sepais que este hotel es mucho más caro de lo que en un principio os dijimos. Nosotros nos llevamos un gran chasco y nos defraudó mucho, pero hemos encontrado camas en un hotel que nos dieron en la oficina de turismo por 25 Florines. El hotel se llama Arena, es al que fue el chico madrileño, José Luis, está por la zona de Mauritskade, tenéis que coger el tranvía número 9 y a unos 5 minutos se encuentra Arena, es fácil de localizar, no tenéis problema.

Lamentamos mucho la confusión y esperamos veros pronto y poder hablar mejor.


Un abrazo;

la gente de Vitoria

Tras dejar las cosas nos fuimos a la oficina de turismo para buscar alojamiento para las dos siguientes noches, y nos fuimos al Arena, donde al parecer va todo el mundo que va a Ámsterdam un poquillo arrastrado.

Como se puede comprobar en la factura, en la oficina de turismo también nos dejamos una buena pasta, ya que cogimos un billete de 3 días cada uno para todos los transportes públicos y un mapa de la ciudad, en total 60,50 florines, o como dicen ellos "guildes" (Joer, florín es florín ¿¿como coño hacen para llamarlo guilde?? Al menos en Bélgica Bruxelles o Brussel se parece a Bruselas, pero de Guilde a Florín ¡¡¡no coincide ni una letra igual en el mismo sitio!!!).


Por la tarde nos dedicamos a vagar sin rumbo por la ciudad y así sin comerlo ni beberlo aparecimos en mitad del Barrio Rojo... que risas, la verdad es que quedamos alucinados, aunque supongo que en parte sería culpa del cargado ambiente de la cafetería donde tomamos un zumo de melocotón y dos aguas...

Por la noche, y ya de vuelta en el hotel, nos dedicamos a ver la tele, concretamente dibujos animados en el Cartoon Network) y a pulirle el contador del agua al perro cabrón del tío del hotel a base de darnos baños en la tremenda bañera que teníamos.

lunes, 7 de julio de 1997

Brujas

El segundo día en Brujas fue más de lo mismo, osea, patear como bestias, unas coca-colas en una terraza por la mañana, y una visita por el súper y el estanco, donde compramos tabaco de liar ya que las reservas se terminaban, una poderosísima siesta de 3 horas, en la que nos sumimos en un profundo estado comatoso y otra sesión de pateo con su rato en una terraza, por supuesto.

Mientras tomábamos un batido en la terraza de una especie de McDonalds, comenzamos a oír a los lejos unos extraños gritos: "Polisí, polisí" y a los pocos segundos apareció un tipo vestido con una chaqueta roja de punto y unos vaqueros negros. Detrás de él corría otro tío de pantalón blanco y camisa amarilla, que cuando estuvo lo suficientemente cerca le puso la zancadilla, así a la remanguillé y comenzó a leches con él. No fueron una o dos, fue un amplísimo surtido de puñetazos, cachetes, torazos, patadas y pisotones, vamos que le debió dejar la cara como un autentico mapa.

El italiano que teníamos en la mesa de al lado lo describió de la mejor manera posible: "Un expectácolo della violenzia di Brujas, gratis", ¡¡Vaya leches le dio!! Tras ese "divertido" incidente, nos volvimos para el albergue y nos acostamos pues al día siguiente partíamos para... ¡Ámsterdam!.